
Una víctima es un ser humano que sufre por un hecho traumático o por el daño provocado por otro ser humano. Las víctimas en general nos recuerdan la fragilidad del ser humano y eso provoca, muchas veces, el que no las veamos con agrado; nos recuerdan que “nos puede tocar” y que los seres humanos podemos ser crueles.
Víctimas hay de todo tipo: de agresiones sexuales, violencia doméstica, terrorismo, delitos violentos, catástrofes naturales, etc.
La recuperación psicológica que la víctima va a experimentar desde el momento del hecho traumático va a depender de muchos factores, personales, pero también sociales. La historia previa de cada persona, la adaptación paulatina de ésta, en la medida en que se puede, a su vida después del trauma vivido; la recuperación de sus rutinas, vuelta al trabajo o estudio, así como el apoyo familiar y social, son algunos de los factores que intervienen en que dicha recuperación se ponga en marcha.
De esta manera, la víctima debe ir ajustándose biopsicosocialmente para que su vida no quede paralizada en el hecho traumático que padeció, poniéndose en marcha aquellos mecanismos psicológicos que hoy se conocen con el nombre de resiliencia o, dicho de otra manera, la capacidad de los seres humanos de recuperarse de episodios padecidos especialmente traumáticos. Es éste un largo y árido camino, en el que lo fundamental es recuperar la confianza en uno mismo y en el otro.
La sinrazón de la violencia provoca inimaginables preguntas sin respuesta en las víctimas: “¿Por qué a mí?”, “¿Cómo es posible que alguien me haga daño?” e, incluso, una de las más horribles “¿Seré merecedor de este castigo?”. Y, así, hasta, en ocasiones, caer en una espiral en la que la propia víctima puede llegar a entender a sus verdugos, e incluso, llegar a justificarlos.
El sentimiento de indefensión después de una agresión es tal que se pierde en ocasiones la perspectiva de que la vida valga para algo o de que podamos hacer algo para controlarla.
Por eso es importante tejer una red social, sanitaria, judicial de apoyo a las víctimas, porque solamente así, esa capacidad de recuperarse, esa resiliencia, puede poco a poco ir formándose en el interior de cada ser humano dañado y de esta manera dejar de ser una víctima para “revivir” o seguir viviendo, a pesar de daño padecido.
Víctimas hay de todo tipo: de agresiones sexuales, violencia doméstica, terrorismo, delitos violentos, catástrofes naturales, etc.
La recuperación psicológica que la víctima va a experimentar desde el momento del hecho traumático va a depender de muchos factores, personales, pero también sociales. La historia previa de cada persona, la adaptación paulatina de ésta, en la medida en que se puede, a su vida después del trauma vivido; la recuperación de sus rutinas, vuelta al trabajo o estudio, así como el apoyo familiar y social, son algunos de los factores que intervienen en que dicha recuperación se ponga en marcha.
De esta manera, la víctima debe ir ajustándose biopsicosocialmente para que su vida no quede paralizada en el hecho traumático que padeció, poniéndose en marcha aquellos mecanismos psicológicos que hoy se conocen con el nombre de resiliencia o, dicho de otra manera, la capacidad de los seres humanos de recuperarse de episodios padecidos especialmente traumáticos. Es éste un largo y árido camino, en el que lo fundamental es recuperar la confianza en uno mismo y en el otro.
La sinrazón de la violencia provoca inimaginables preguntas sin respuesta en las víctimas: “¿Por qué a mí?”, “¿Cómo es posible que alguien me haga daño?” e, incluso, una de las más horribles “¿Seré merecedor de este castigo?”. Y, así, hasta, en ocasiones, caer en una espiral en la que la propia víctima puede llegar a entender a sus verdugos, e incluso, llegar a justificarlos.
El sentimiento de indefensión después de una agresión es tal que se pierde en ocasiones la perspectiva de que la vida valga para algo o de que podamos hacer algo para controlarla.
Por eso es importante tejer una red social, sanitaria, judicial de apoyo a las víctimas, porque solamente así, esa capacidad de recuperarse, esa resiliencia, puede poco a poco ir formándose en el interior de cada ser humano dañado y de esta manera dejar de ser una víctima para “revivir” o seguir viviendo, a pesar de daño padecido.