ANALITYCS

lunes, 2 de noviembre de 2009

PENSAMIENTO Y EMOCIÓN


La relación entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos, es tan estrecha que no es infrecuente oír cómo algunas personas me dicen "no estaba pensando nada concreto, cuando me sentí...".

Esa relación tan interdependiente entre lo que pensamos y lo que sentimos, nos hace perder muchas veces el control de nuestras emociones, como si éstas funcionaran independientemente de nuestros pensamientos cuando, en realidad, la relación es tan estrecha y tan pareja que, a veces, es difícil distinguir qué sentimos o qué pensamos, y qué ocurre antes.

La clave, en mi opinión, es que hemos practicado poco el detenernos a pensar. La gran mayoría de las veces reaccionamos, más que pensamos o reflexionamos. Pensar no es estar horas y horas meditando y "rumiando" pensamientos. Esa actitud de masticación obsesiva es muy dañina porque nos paraliza y, en general, nos causa mucha ansiedad porque damos vueltas y vueltas a algo que nos preocupa, metiéndonos en un callejón sin salida, la mayoría de las veces.

Me refiero a que, ante un hecho determinado, pararnos y reflexionar sobre qué sentimos, que reacción suscita ese hecho en nosotros, y cómo podemos pensar en él para enfrentarnos, solucionarlo, etc. Imagínese un semáforo que, ante las circunstancias habituales y cotidianas que nos toca vivir, primero se pone en rojo: nos paramos, en vez de dejarnos llevar por la emoción desbocada que en ese momento nos produce tal o cual situación.

El color amarillo sería para pensar y planificar qué vamos a hacer, tomar distancia de ese acontecimiento y coger las riendas de nuestro pensamiento para ver cómo vamos a enfrentarnos a la situación .

Por último, el color verde sería el de la actuación, la acción.
Normalmente, nos sentimos mal cuando nuestras emociones se adueñan de nuestros pensamientos y nos encontramos inmersos en una tormenta de idas y venidas de rápidos pensamientos, acompañados de respuestas fisiológicas de ansiedad (taquicardia, sudores, sequedad de boca, dolor de tripa...) porque nuestros pensamientos, que en esos momentos cada vez son más catasrofistas y culpabilizadores, escapan a nuestro control.

El primer paso para recuperar el control emocional es cazar esos pensamientos y, a partir de ahí, recuperar el control de nuestras emociones. Llegar a tener el hábito de cazar pensamientos, supone siempre controlar nuestras emociones y, por lo tanto, sentirnos bien, más seguros y dueños de nuestras vidas. En ningún caso es conseguir ser una persona fría y contenida.

Al contrario, controlar nuestras emociones favorece nuestra autoestima, dándonos seguridad y mayor confianza en nosotros mismos. Es vivir nuestra vida más conscientemente. Como dijo Marco Tulio Cicerón: "Pensar es como vivir dos veces".

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...