
Me sorprende siempre de lo que es capaz el ser humano: de las cosas más deleznables, pero también de las más hermosas.
Hay gente con la que hablas y que, a pesar de haber sufrido golpes terribles en su vida, siempre miran con esperanza. Recuerdo particularmente a una persona que perdió a un hijo pequeño víctima de una enfermedad, inesperada, como parece que son todas las que ocurren a los niños, y cruel. Sin embargo, enfrentaba el día a día con ánimo, haciendo un esfuerzo para mantener armonía y alegría a su alrededor. Aunque tuviera momentos de tristeza y de profundo abatimiento, siempre era capaz de seguir y seguir y de transmitir esperanza.
¿Esperanza en qué ?
En que cada día debemos intentar vivirlo plenamente; que, aún sabiendo que la vida es terriblemente injusta y cruel en ocasiones, tiene también momentos estupendos de los que debemos nutrirnos, para que cuando lleguen los momentos malos, nos cojan bien pertrechados.
Para no adelantar problemas, que luego nunca ocurren y que nos hacen perder mucho bienestar diario.
Para disfrutar de las personas a las que queremos y tenemos cerca y tratarlas bien, no estar refunfuñones y negativos con ellas.
Fíjese en cómo conservamos las formas con los demás, en general, y con los de casa las perdemos tan a menudo.
Lo importante que es transmitir tranquilidad y serenidad a los que nos acompañan en nuestro vida diaria.
En fin, hay gente que, según entra por la puerta de mi consulta trae el ánimo bajo, pero la esperanza dispuesta a soltarse, con un pequeño empujón, y así iluminar su vida y la de los que le rodean.
Agárrese a lo positivo de la vida, al pequeño bienestar diario, simple, sencillo y tan placentero. A vivir el minuto a minuto, para que cuando llegue lo malo, le coja fuerte y bien pertrechado de pensamientos positivos y, por lo tanto, de fuerza para superar la adversidad.