
Es un buen ejercicio mental pararse a pensar en qué estamos pensando.
Sin embargo, como el ritmo de vida que llevamos es bastante rápido nos dejamos arrastrar por el día a día, sin prestarnos atención y sin tomarnos momentos de "meditación" acerca de nosotros mismos, de cómo nos sentimos, qué nos preocupa, qué nos estamos diciendo.
Recuerde que continuamente nos estamos hablando, con un lenguaje interior que puede ir desde las cosas más triviales hasta llegar a convertirse en nuestro enemigo con frases autoacusatorias y descalificadoras que nos provocan mucha ansiedad.
Parece como si las cosas sucedieran y nosotros simplemente jugáramos un papel de espectadores reaccionando en el día a día ante cada acontecimiento sin reflexionar apenas acerca de él.
Les recomiendo que todos los días se tomen la "temperatura emocional" y se cuestionen cómo se sienten, si están alarmados o tristes o ansiosos, y que se paren a pensar en qué piensan, qué pensamientos pasan por su mente y que están provocando ese estado de ánimo.
A veces hay que hacer una auténtica labor detectivesca, porque son pensamientos automáticos a los que no estamos acostumbrados a prestar atención.
Pero resulta muy gratificante cazar dichos pensamientos y preguntarse acerca de ellos: si son exagerados, si estamos dramatizando, si nos dejamos llevar por el abatimiento, cuando en realidad no es para tanto... Se trata, en fin, de que pararse a pensar en uno mismo, en lo que pensamos y en cómo nos sentimos, es un buen ejercicio mental porque nos hace más dueños de nuestras actitudes y, como consecuencia, de nuestras acciones y, por ello, más dueños de nuestra vida.
Sin embargo, como el ritmo de vida que llevamos es bastante rápido nos dejamos arrastrar por el día a día, sin prestarnos atención y sin tomarnos momentos de "meditación" acerca de nosotros mismos, de cómo nos sentimos, qué nos preocupa, qué nos estamos diciendo.
Recuerde que continuamente nos estamos hablando, con un lenguaje interior que puede ir desde las cosas más triviales hasta llegar a convertirse en nuestro enemigo con frases autoacusatorias y descalificadoras que nos provocan mucha ansiedad.
Parece como si las cosas sucedieran y nosotros simplemente jugáramos un papel de espectadores reaccionando en el día a día ante cada acontecimiento sin reflexionar apenas acerca de él.
Les recomiendo que todos los días se tomen la "temperatura emocional" y se cuestionen cómo se sienten, si están alarmados o tristes o ansiosos, y que se paren a pensar en qué piensan, qué pensamientos pasan por su mente y que están provocando ese estado de ánimo.
A veces hay que hacer una auténtica labor detectivesca, porque son pensamientos automáticos a los que no estamos acostumbrados a prestar atención.
Pero resulta muy gratificante cazar dichos pensamientos y preguntarse acerca de ellos: si son exagerados, si estamos dramatizando, si nos dejamos llevar por el abatimiento, cuando en realidad no es para tanto... Se trata, en fin, de que pararse a pensar en uno mismo, en lo que pensamos y en cómo nos sentimos, es un buen ejercicio mental porque nos hace más dueños de nuestras actitudes y, como consecuencia, de nuestras acciones y, por ello, más dueños de nuestra vida.