
Leo en un diario que con motivo de la crisis económica aumentan las consultas a establecimientos que se dedican a echar las cartas, a vender amuletos diversos y a adivinar el futuro. La confianza en ese tipo de vaticinios irracionales se remonta siglos atrás y, probablemente, surgió ante la inseguridad y desazón que provoca en el ser humano el saber que no es posible controlar todos los acontecimientos que se presentan en la vida. Con este tipo de oráculos, y agarrándose a estos pensamientos mágicos, los primeros hombres y mujeres quizás creyeron controlar mejor su devenir diario.
Sin embargo, nada mas irracional y falso que estos pensamientos mágicos o estas creencias irracionales. Hoy por hoy, no hay evidencia científica que corrobore que alguien pueda adivinar nuestro futuro, ni muchas veces podemos hacer nada para librarnos de las adversidades con que la vida a veces nos enfrenta. En cambio lo que SÍ depende de nosotros es fortalecer nuestra mente, acostumbrarnos a debatir internamente todos esos argumentos irracionales que día a día se nos presentan en nuestros pensamientos y llegar a ser capaces de controlar nuestras emociones. Esto tan efectivo, avalado por múltiples estudios cientifícos provenientes de la neuropsicológia, nos parece muchas veces tarea tan ingrata que ni nos molestamos en intentarlo, prefiriendo que sean los demás los que nos solucionen o avisen de cómo va a ser y de lo que va a ocurrir con nuestra vida.
Pero no lo dude, ahí realmente es donde reside nuestro poder: en controlar nuestros pensamientos y en pensar en lo que estamos pensando acerca de lo que nos sucede en el día a día. En definitiva, en entrenar a nuestro cerebro y en hacernos dueños de nuestra mente.
Olvídese de amuletos y de otros artilugios que si bien desde el punto de vista antropológico pueden tener cierto interés, para llevar su vida y predecir el futuro lo único realmente necesario es pararse a pensar en él, en lo que se quiere hacer y en cómo lo va a conseguir. Es decir, en reflexionar y pensar en sí mismo y en ser consciente de que usted dirige su vida y que es usted el artífice de la misma. Al final, reside todo en uno mismo y no en dudosas cartas adivinatorias ni en presagios supuestos que no hacen más que jugar con nuestras emociones y dejarnos a merced de ellas, convirtiendonos en naufragos de nuestra propia vida.
Sin embargo, nada mas irracional y falso que estos pensamientos mágicos o estas creencias irracionales. Hoy por hoy, no hay evidencia científica que corrobore que alguien pueda adivinar nuestro futuro, ni muchas veces podemos hacer nada para librarnos de las adversidades con que la vida a veces nos enfrenta. En cambio lo que SÍ depende de nosotros es fortalecer nuestra mente, acostumbrarnos a debatir internamente todos esos argumentos irracionales que día a día se nos presentan en nuestros pensamientos y llegar a ser capaces de controlar nuestras emociones. Esto tan efectivo, avalado por múltiples estudios cientifícos provenientes de la neuropsicológia, nos parece muchas veces tarea tan ingrata que ni nos molestamos en intentarlo, prefiriendo que sean los demás los que nos solucionen o avisen de cómo va a ser y de lo que va a ocurrir con nuestra vida.
Pero no lo dude, ahí realmente es donde reside nuestro poder: en controlar nuestros pensamientos y en pensar en lo que estamos pensando acerca de lo que nos sucede en el día a día. En definitiva, en entrenar a nuestro cerebro y en hacernos dueños de nuestra mente.
Olvídese de amuletos y de otros artilugios que si bien desde el punto de vista antropológico pueden tener cierto interés, para llevar su vida y predecir el futuro lo único realmente necesario es pararse a pensar en él, en lo que se quiere hacer y en cómo lo va a conseguir. Es decir, en reflexionar y pensar en sí mismo y en ser consciente de que usted dirige su vida y que es usted el artífice de la misma. Al final, reside todo en uno mismo y no en dudosas cartas adivinatorias ni en presagios supuestos que no hacen más que jugar con nuestras emociones y dejarnos a merced de ellas, convirtiendonos en naufragos de nuestra propia vida.