Vivimos en una época difícil, aunque no me refiero al momento de crisis económica.
Por una parte, atravesamos una época en la que el estado de bienestar se ha generalizado y en la que tenemos todo en la mano: vivimos en un mundo globalizado en el que no existen las fronteras y en el que en unos minutos podemos estar hablando con una persona que se encuentra al otro lado del planeta.
Por otro lado, el individualismo es feroz y la escasa tolerancia a la frustración derivada de lo anterior provoca que, sin embargo, a pesar de los avances y de las comodidades, las personas nos encontremos vacías. Y al no encontrar consuelo en las religiones, debemos ser perfectos en todo como padres, físicamente, con una formación excelente… la exigencia es desmesurada, y aún cuando algunos individuos llegan a ella, siguen sin sentirse felices.
¿Qué nos pasa? ¿De que nos hemos olvidado para, a pesar de todos los avances, seguir sintiéndonos, a veces, vacíos e infelices? Olvidamos que lo que realmente nos proporciona bienestar es cuidarnos racionalmente, por ejemplo, ser capaces de generar endorfinas, la droga natural de la felicidad, y lo conseguimos, simplemente, haciendo algo tan sencillo como dar un buen paseo. Estar cerca de la naturaleza, leer, charlar con gente a la que queremos. Interesarse por los demás desde la naturalidad fomenta relaciones interpersonales sinceras y sensatas, sin artificios ni estrategias que tan infelices nos hacen. Fundamental, se trata de eliminar también todo lo que nos estresa y limita; la clave es asumir que es imposible gustar y caer bien a todo el mundo y que como sujeto tengo derecho a ser como soy y a ser quien soy. No es necesario que todo sea perfecto, ni siquiera yo mismo.
Al hilo de esto, es imposible conservar la juventud y entrar en espirales de perfección física . Inevitablemente moriré, y esta certeza me tiene que servir para intentar vivir con sensatez, controlando mis emociones, ocupándome de las cosas que son realmente importantes, sin preocuparme por aquellas que ni son urgentes, ni sé si sucederán. Hay que centrarse en el aquí y en el ahora, que es lo único que realmente tenemos.
Y reír, la risa es síntoma de felicidad y salud, no la carcajada casi histriónica, sino esa risa amiga del sentido del humor que nos hace vivir la vida cada días con esperanza y bienestar.