Vivimos en un tiempo hedonista, en el que todo tiene que ser inmediato y en el que muchas veces las relaciones interpersonales son casi de “usar y tirar”; muchas personas no son capaces de comprometerse, ni personal ni laboralmente, ni en las amistades o en la familia, preocupados por la búsqueda de un bienestar inmediato y ególatra que acaba sumiendo en la soledad a la persona que, solamente pendiente de esa felicidad puntual, acaba llevando una vida vacía y, en no pocas ocasiones, padeciendo mentalmente la factura que inevitablemente pasa la vida.
Comprometerse con la vida supone, primero, un compromiso serio y profundo con uno mismo para decidir, sin dejarse llevar por modas o modelos, qué tipo de vida quiere llevar cada uno, cuáles son las metas que quiere alcanzar, qué sueños quiere realizar.
Para eso es imprescindible cuestionarse, preguntarse, interrogarse a uno mismo, decidiendo en cada momento si lo que está haciendo realmente le gusta, le hace vivir su vida como verdaderamente quiere. Este cuestionamiento personal no supone largos ratos de meditación o estar continuamente interrogándose, sino, simplemente, preguntarse cada día cómo me encuentro, qué me preocupa o qué me gustaría cambiar, prestándose una atención que supone pararse a pensar en uno mismo, no dejándose llevar por el día a día con sus prisas, convencionalismos, etc.
No es infrecuente encontrarse a personas que se quejan de verse atrapados en vidas que en realidad no querían vivir, con situaciones familiares a veces para las que no optaron libremente, sino que se dejaron en enganchar porque “tocaba”... nada más triste que no ser artífices de nuestra propia vida .
Poder diseñarla y llevarla a cabo, y no hacer nunca nada que no hayamos meditado antes bien, es, en realidad, el trabajo principal que deberíamos tener; ponerlo en práctica supone cada día comprometerse con uno mismo, sabiendo que somos cada uno de nosotros los artífices de nuestra propia vida.
www.diazbada.com