ANALITYCS

domingo, 12 de febrero de 2012

DAÑO

No es infrecuente que en nuestras relaciones interpersonales suframos; nos sentimos inferiores y nos comparamos con el que tenemos enfrente, bien por el aspecto exterior, el éxito en el trabajo… Nos vemos en situaciones sociales peleando con nosotros mismos por no sentirnos inferior al otro, que a veces se muestra muy resolutivo y seguro. Pensamos que nosotros no valemos y que el otro nos supera, se le ve suelto, seguro de sí mismo y como “si se comiera el mundo”.
Si esa persona, en una situación social, nos contesta mal o nos hace un feo, o nos parece que no nos hace caso, nos sentimos heridos en nuestro amor propio y pasamos a la defensiva, generalmente de manera agresiva, en forma de críticas y enfrentamientos, lo que provoca conflictos y enfados, o de manera pasiva, quedándonos callados y generándonos luego, internamente, una gran inseguridad personal.
Olvidamos que lo que tenemos enfrente es un ser humano exactamente igual que nosotros, a veces envuelto en una halo de falsa seguridad y autoconfianza, como medidas de autoprotección. Pero no necesitamos en nuestras relaciones interpersonales estar a la defensiva, ni pensar que esto es “la jungla”.
Es importante cambiar la actitud; si bien es verdad que hay personas que necesitan sentirse poderosas o necesitan creer que dominan a los demás para sentirse bien, también es verdad que nada hay más pobre desde el punto de vista humano, y que la soledad es el final de las personas que van generando malestar.
La persona que se siente bien consigo mismo no necesita “machacar” al otro, al contrario. Estas personas que aparentan superioridad, carecen en realidad de una buena autoestima, porque recuerde que la empatía, la capacidad de entender emocionalmente al otro, es la base de la seguridad en uno mismo y del bienestar.
Por lo tanto, cuando en el camino se encuentre con gente prepotente, vanidosa y que aparenta “estar por encima”, mírele con compasión y piense qué mal debe de sentirse para necesitar ser así y qué vida mas triste debe llevar para, en vez de disfrutar de un contacto directo y tranquilo con el prójimo, necesitar envanecerse para estar bien.

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