Cuando cometemos errores, aparece una voz interna que casi siempre nos dice que somos un desastre, que nunca podremos cambiar, que somos así y así nos moriremos, que no valemos…y toda clase de frases que van generándonos sentimientos de culpa y vergüenza, creándonos mucho malestar.
Además, esos sentimientos de culpa y vergüenza nos dejan paralizados, de tal manera que seguimos pensando mal, con el esquema mental de “no valgo” y ese mismo pensamiento aumenta la sensación de fracaso, de ineptitud, lo que lleva a reforzar al pensamiento y, así, nos quedamos atrapados en un circulo vicioso del que a veces nos cuesta mucho salir.
La factura que pagamos es que nuestra autoestima se ve dañada, desconfiamos de nosotros mismos, pensamos que los demás lo hacen o dicen mejor, y generalmente, sentimos ansiedad.
Pero las verdaderas razones por las que cometemos errores suelen ser muy diferentes y no tienen nada que ver con nuestras capacidades o habilidades:
* Podemos cometer errores por ignorancia, es decir, porque es la primera vez que hacemos algo o nos vemos en una determinada situación, y nos equivocamos.
* También puede suceder que reincidamos en el error porque las consecuencias del mismo no son especialmente importantes y entonces lo olvidamos rápidamente una vez cometido, y eso lleva a que lo volvamos a cometer. Por ejemplo, nunca llego puntual, pero no pasa nada por ello; no me organizo, pero al final consigo hacer lo que debo, improvisando y en el último momento…
* Puede ocurrir que sí veamos las consecuencias negativas, pero cometemos el error, a veces porque no hay otra alternativa o no somos capaces de decir que no y poner límites.
* De cualquier manera no hay que olvidar, que, en general, aprendemos por ensayo y error ¡Cuantas veces nos caímos antes de empezar a andar! Y no hay que olvidar que los errores no son más que oportunidades para volver a intentar y aprender lo que en ese momento hemos hecho mal y que nunca demuestran una incapacidad personal, sino que, simplemente, son reflejo de nuestra humanidad.