Cuando nos sentimos mal, es frecuente que nos pongamos unas gafas negras, muy negras, y veamos todo de ese color; hasta el día más radiante, es gris a nuestros ojos y adoptamos una mentalidad de víctima: nada nos satisface, tenemos peor suerte que nadie, todo nos sale mal…De tal manera que nuestro lenguaje interno, el que nosotros creamos y creemos, confirma que realmente nos sentimos mal, muy mal; nuestra emoción es depresiva, triste, de malestar continuo que, a su vez, confirma nuestros pensamientos mas negros y así nos metemos mentalmente en un círculo vicioso en el que: primero, no dejamos de quejarnos; segundo, todo gira en torno a nosotros mismos, lo mal que estamos y lo mal que nos sentimos; y tercero, esta actitud mental nos paraliza generándonos un malestar cada vez mayor.
Para evitar estar en este círculo y quitarnos esas gafas negras que nos impiden ver la realidad, es indispensable darse cuenta de que el cambio depende de nosotros única y exclusivamente, que realmente merece la pena invertir en nosotros mismos y salir de esa autocompasión que nos paraliza, nos victimiza y re-victimiza y nos impide implicarnos en nuestra vida. Y, por último, ser valientes, es decir, decidir internamente que es hora de cambiar, que no puedo seguir quejándome porque me siento mal, sino que debo empezar a hacer algo para sentirme bien, buscando ayuda profesional si es necesario. Pero también, teniendo muy claro que realmente yo poseo esa llave del cambio y que debo utilizarla, aprendiendo cómo, con la ayuda terapéutica, pero siendo también consciente de que si quiero, puedo.
La vida está llena de ejemplos de personas que sufrieron las más terribles adversidades, cayeron en las depresiones más horrorosas y fueron capaces de cambiar, de volver a vivir la vida intensamente, con el placer y disfrute que merece.
Lo importante no es esperar el futuro, el día de mañana, dentro de dos semanas… para ver si estaré mejor, sino plantearse el futuro como lo que voy a hacer ahora.