
¡Cuánta energía gastamos en intentar que los demás cambien! ¡Cuántas críticas y sinsabores acumulamos, señalando lo que los demás deben cambiar, para que seamos nosotros felices!
Sin embargo, sabemos ciertamente que los demás no dependen de nosotros, con lo que es inútil pretender que podamos cambiarlos.
Así que le recomiendo que se ponga a cambiar realmente lo que de verdad cada uno podemos cambiar, de manera irrefutable, que es nuestro propio comportamiento.
A menudo puede ser tentador o agradable ocuparse de los asuntos de los demás, pero realmente los asuntos mas importantes para cada uno de nosotros ¡son los nuestros!, puesto que realmente dependen de nosotros el hacer o no hacer, el cambiar o no.
Sea honesto consigo mismo y empiece a cambiar aquello que de verdad se puede: su propio comportamiento. Para ello es muy recomendable que especifique, no que se diga generalidades que dificultan dicho cambio. Por ejemplo, no es lo miso decirse: “tengo que adelgazar”, que decirse “tengo que bajar cinco kilos”; no es lo mismo decirse “tengo que hacer deporte”, que decirse “ a partir de mañana, los lunes y miércoles saldré media hora a pasear”.
Cuanto más espeficique, más consciente será de que está en su mano cambiar y se dará cuenta de que es fácil y posible, simplemente, centrándose en sí mismo, en “yo”, porque se trata de su comportamiento.
De esa manera, el objetivo es limitado, no abstracto y, por lo tanto, más realista y más fácil de conseguir.