Vivimos en un siglo en el que parece imprescindible, para sentirse bien, acumular logros significativos que a veces no son otra cosa más que una necesidad de reconocimiento de los demás o de lograr la aprobación de los otros.
Sin embargo, la búsqueda de esos logros significativos nos conduce muchas veces a altibajos emocionales y malestares diversos, porque nunca parece que lo que hacemos es lo suficientemente bueno. Además, como indefectiblemente siempre va a haber alguien que nos va a criticar, tomamos las críticas como auténticas puñaladas que se hunden en una autoestima mermada por nosotros mismos, con esas ideas tan irracionales que cultivamos en nuestra mente.
Olvidamos con demasiada frecuencia que las palabras y los actos se olvidarán, que pasarán, y que lo que nunca se olvida y de verdad quedará de nosotros, no son esos logros conseguidos, ni esas palabras, sino solamente los sentimientos y afectos que seamos capaces de transmitir en nuestro trato con los demás.
Si no, haga el ejercicio de recordar a alguien que lleve en su corazón, al que quería y echa de menos: ¿Por qué lo recuerda? Piense en ese profesor de la infancia que le explicaba pacientemente las cosas o en un familiar ya fallecido. Lo que recuerda de él/ella no es que fuera un gran profesional, o que saliera en el periódico, sino el afecto con el que le trato y los sentimientos que ese buen trato generaba en usted.
Le invito a que en este nuevo año que pronto comenzaremos se preocupe más de los afectos y sentimientos que de los logros. Invierta en sentirse bien y en prestarse atención y realice su quehacer diario con esfuerzo y dedicación, pero no exclusivamente pensando en ello y no exigiéndose perfeccionismos tan inútiles e irracionales como negativos para su salud mental, y céntrese, por el contrario, en deshacerse para siempre de la necesidad de aprobación de los demás. Las personas olvidamos las palabras y los actos, pero nunca olvidamos al que nos hizo sentir bien.
Revise bien sus prioridades a las que a veces hacemos poco caso y piense que cada día que pasa es una oportunidad para ir dejando en sí mismo y en los demás esa estela de bienestar que será el legado que en un futuro quedará.
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