Las personas que no han padecido los síntomas de la ansiedad, pocas veces se ponen en el lugar de quienes sí los padece. Las sensaciones son horrorosas: sudoración, temblores musculares, taquicardias, sensación de que algo horrible va a ocurrir, de que me voy a morir… etc. Hay casi trescientos síntomas diferentes de respuesta a la ansiedad. A cada cual más desagradable…
Lo cierto es que una vez que se sienten, como vienen se van, pero, claro, nos dejan hechos polvo, con una sensación de pánico y desconfianza en nosotros mismos que hace que estemos alerta por si acaso vuelve a pasarnos, lo que a su vez aumenta la respuesta negativa de ansiedad, estancándonos en un círculo vicioso, del que, a veces, es muy difícil salir.
Para controlar la ansiedad, lo primero, y es lo más importante, es perderle el miedo. No va suceder nada peor. La ansiedad tiene un tope y, una vez que llega ahí, comienza a bajar. No crea, ese tope no es que se le pongan los pelos de punta o se vuelva loco, eso jamás sucede.
Es muy desagradable, pero si aguanta e intenta hacerle frente mentalmente, actuando con serenidad, relajándose, consigue que los síntomas empiecen a perder fuerza y desaparezcan. Pero claro, me dicen mis pacientes, ante semejante respuesta fisiológica tan desagradable, ¿cómo conservar la calma?
Primero, diciéndose a sí mismo que, probablemente, si está usted padeciendo ansiedad, es muy probable que le den picos y que, esta vez, va a estar preparado. En lugar de luchar contra ella, acepte que tiene un momento malo y aguante un poco. Pasará.
Ayúdese con la respiración y la distracción, y, sobre todo, piérdale miedo. No se observe a sí mismo. La ansiedad es como un monstruo que da mucho miedo, pero no tiene dientes y, una vez que se le planta cara, siempre, siempre, se puede con ella. Trabaje su mente para ello.
Perder el miedo es lo que más nos cuesta a las personas, pero le aseguro que es muy eficaz.
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