Son pocas las personas que no han sufrido etapas difíciles en el trabajo.
El trabajo puede ser fuente de realización, pero también de estrés y de malestar. No solamente por el trabajo en sí, sino en muchas ocasiones, por las tensiones, competencias e injerencias que se viven entre compañeros de trabajo. Estas relaciones a veces conflictivas con los compañeros de trabajo, lo mismo que un trabajo para el que parece no haber tiempo suficiente y en el que todo debe ser hecho ya, junto con la amenaza de la perdida de empleo o de un fracaso profesional en el que las expectativas de éxito se ven desmoronadas, son también fuente de gran estrés.
Les aconsejo algunas claves que creo pueden ayudarnos:
Revise sus valores más profundos y tenga en cuenta que el trabajo es importante, pero que no debe ser lo más importante en su vida, ni su vida debe pivotar en torno a él, exclusivamente.
Otros vendrán a sustituirle en un futuro y su trabajo seguirá sin usted; nadie somos imprescindibles y todos somos sustituibles.
Realice bien su trabajo, con honestidad y ganas, pero no con exigencias de perfeccionismo y menos todavía intensificando la competitividad con sus compañeros o con otras secciones de su empresa. Si así lo hiciera, lo único que conseguiría es generarse ansiedad porque nadie hace su trabajo perfecto: nadie en el mundo.
No olvide que la perfección no existe que y esa idea irracional es la fuente de mucho malestar.
Tenga con sus compañeros una relación cordial y serena, pero recuerde también que hay gente tóxica con la que tendrá que poner los limites muy claros para que no invadan su espacio personal.
Usted decide hasta qué punto se implica personalmente y nadie tiene ningún derecho a exigirle nada.
Supere los momentos de tensión en el trabajo y del el sentimiento legítimo que en ocasiones tenemos de injusticia, refugiándose en todo lo que tiene fuera de él: personas a las que quiere, actividades gratificantes, relajarse, pasear, un buen libro… Por eso es muy importante que equilibre muy bien y que prevalezcan sus valores por encima, siempre, de cualquier trabajo.
El trabajo también puede ser fuente de respeto, comunicación y bienestar: saber reconocer los logros de los demás y relacionarse con las personas que, como usted, son empáticas, le proporcionará placer.
De la misma manera, trabajar sabiendo que cometemos errores y que somos imperfectos nos hará superarnos, intentando, cuando vayamos hacia casa después de nuestra jornada laboral, hacerlo mejor al día siguiente.
Pero sea justo consigo mismo y lo mismo que reconoce sus errores, reconozca también sus aciertos.
Una vez que deje su puesto de trabajo, mentalmente cierre la puerta y mire hacia fuera. Céntrese en el resto de su vida: compras, supermercados, niños, casa, deporte… llénese internamente de todo eso, disfrutando sobre todo de relacionarse con la gente que quiere.
Mañana será otro día.
www.diazbada.com