
Algunas personas que asisten a la consulta manifiestan un sufrimiento considerable porque viven atrapadas mentalmente en estar más pendientes de lo que piensan los demás, que de ellos mismos. Derivado de este estar permanentemente pensando en que los demás están pensando de uno mismo cosas malas, desde lo poco inteligente que soy hasta que mala cara tengo o que mal hoy voy vestida… está el temor de hacer el ridículo, definiéndose éste como la vergüenza que pasamos si el que tenemos enfrente nos juzga mal o se ríe de nosotros.
Y así, este concepto de ridículo es tan general que engloba desde el no saber contestar a una pregunta en clase, a preguntar algo que igual es una tontería, a caerme en la calle tras un tropezón, o a ponerme roja si me encuentro con alguien que me interesa… Es decir, es un concepto tan absolutamente irracional y culturalmente muy marcado que puede englobar ¡todo!
Y en realidad no significa nada, porque… ¿dónde está establecido que si pregunto una cosa que a alguien le pueda parecer obvia, significa que soy más tonta y que por ello hago el ridículo? o ¿Por qué si me caigo o me tropiezo delante de tal o cual persona, al parecer importante, hago el ridículo?
Albert Ellis ya decía que vivimos en una sociedad irracional en la que estos conceptos hacen que suframos innecesariamente. De hecho, uno de los ejercicios que mandaba a sus pacientes “afectados” por este temor era ¡precisamente hacer el ridículo a propósito llevando a cabo ejercicios de conducta en la que dichos convencionalismos sociales había que saltárselos y comprobar que no pasaba absolutamente nada!
La opinión de los demás nos parece, absurdamente, mas importante que la nuestra y nos pasamos buena parte de nuestro tiempo pensando qué pensaran de mi y casi siempre adivinando que piensan cosas malas, claro, nunca buenas.
Este sufrimiento inútil es, sin embargo, fundamental sacudírselo mentalmente de encima para vivir con serenidad. Viva como usted quiera, eso sí, sabiendo que su libertad llega hasta donde empieza y está el otro, pero sin esos convencionalismos irracionales que nos hacen tanto daño. Además piense que es imposible caer bien a todo el mundo, por lo que no debe preocuparse de lo qué piensan los demás porque… ¡habrá de todo!
A unos caerá bien y otros le criticaran, pero le aseguro que la gran mayoría estará pendiente de su vida y no de la de los demás, porque lo más importante es eso: vivir y dejar vivir.
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