ANALITYCS

sábado, 8 de agosto de 2015

ELOGIO DE LA IMPERFECCIÓN

En este tiempo que nos toca vivir, se confunde con frecuencia lo que hacemos con lo que somos, de tal manera que tenemos que llegar a ser alguien, somos valorados por nuestros éxitos profesionales, prestigio social o éxitos académicos y vivimos permanentemente pendientes de la aprobación de los demás.
La admiración del otro se convierte en una obsesión y, al final, no somos sino en función de los demás, de los éxitos y de lo que hacemos.
Sin embargo, se supone que nuestra existencia debería depender del hecho de ser amados, del hecho de ser un  ser humano cuyo objetivo en esta vida es ser feliz. Es decir, existir sin la presión de ser valorados por lo que vamos consiguiendo en nuestra vida, sino simplemente por el hecho de vivirla.
Al no ser así, muchas personas acaban llevando a cabo una vida en la que la exigencia de perfección y la propia estima basada en la opinión del otro, acaban convirtiendo su vida en una permanente obsesión perfeccionista: perfección en los logros, haciendo lo que se supone que los otros esperan de nosotros; exigencia continua de agradar a los demás; perfección en llegar a todo, evitación continua de errores y, como consecuencia de todo esto, altos niveles de ansiedad y malestar, porque es el miedo el que tiene atrapado al perfeccionista, a quien que cree que su valía depende de lo que opinen los demás, de la autoexigencia continua de hacer las cosas muy bien, sin fallos.
Para el perfeccionista, recibir criticas o reproches o fallar en algo es lo mismo, o casi, que morir, y conduce a una tormenta interna que sume le sume en espirales de infelicidad constante, porque no consigue aquello que considera vital para vivir que, en su modo de ver las cosas,  es hacerlo todo bien, no equivocarse jamás y recibir elogios por ello.
Esto que es imposible para cualquier ser humano, le genera más presión porque cree que él sí, él es perfecto, y vuelve a meterse en el círculo de la autoexigencia.
No es necesario vivir así. Se puede ser feliz sin necesidad de tanta presión y autoexigencia.
¿Cómo salir de ahí? Rompiendo ese círculo mental en el que estamos, permitiendo el fallo, la crítica constructiva, añadiendo sentido del humor al día a día y a nuestros errores, siendo capaces de asumir que muchas, muchas veces, simplemente, “no sabemos”.
Hay que aligerarse de esa carga que nos imponemos por la que todo debemos tenerlo controlado; es importante hacer un elogio a la imperfección, porque no necesitamos “llegar a ser alguien” ni hacerlo todo bien; simplemente, necesitamos vivir bien, con serenidad y bienestar.


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