Si pudiéramos decir cuáles son los ingredientes necesarios para llevar una buena vida en pareja podríamos decir que son tres: hacer equipo, comunicación y aceptación.
Y esto, ¿cómo se lleva a la práctica, al día a día?Primero, hay que tener presente que la persona con la que he decidido compartir mi vida debe ser prioritaria también en ese día a día. No es infrecuente hoy en día ver a parejas que prácticamente entre semana no están juntas más que por la noche después de una jornada laboral en que se llega a casa cansado y sin ganas de nada más que de cenar y acostarse, con lo que se descuida el interés y la comunicación con el otro/a.
O también es frecuente ver a parejas que, aún habiendo decidido compartir su vida con alguien, siguen con sus prioridades de cuando estaban solos/as y su pareja queda relegada a un último lugar.
Estas dos situaciones van creando poco a poco muchas lagunas afectivas y de comunicación, de tal manera que a veces nos encontramos con parejas que realmente podrían ser simplemente compañeros de piso que comparten gastos, porque tienen vidas tan independientes o faltas de comunicación entre ellos que han ido perdiendo aquello por lo que decidieron emparejarse, que era pasar el máximo tiempo juntos.
Es fundamental prestar a la pareja la atención suficiente, lo que significa también escucharla, estar pendiente de sus necesidades emocionales y apoyarla.
Reconocer los fallos de la persona con la que convivimos no debe convertirse en motivo de sarcasmo o reproche, ni en pareja y mucho menos delante de amigos o familiares, sino que debería servirnos para ser conscientes de que nosotros tenemos exactamente los mismos u otros fallos que a nuestra pareja pueden molestar también, pero tenemos muchas virtudes, aciertos o comportamientos que nos gustan de aquella persona con la que hemos decidido compartir nuestros días.
Hacer equipo significa estar al lado de esa persona incondicionalmente, facilitándole la vida, escuchándole y aceptándole tal y como es.
En un buen equipo siempre se cede, con lo que ceder será algo indispensable para que el equipo funcione.
Si en una pareja entra la rivalidad y la lucha por el poder, tendremos que empezar a plantearnos por qué nos hemos emparejado, porque no ceder, querer tener siempre la razón y por lo tanto tener yo el poder, conducirá a que la pareja fracase.
Todo lo que yo haga para que la otra persona sea feliz provoca una corriente de reciprocidad; mis pensamientos tienen que ir encaminados en esta dirección: hacer feliz a la persona con la que convivo no me convierte en esclavo de la misma sino que provoca una corriente de bienestar, comunicación y complicidad.