Algunas personas experimentan sentimientos muy angustiosos y no son capaces de hablar de algo que irremediablemente nos va a ocurrir a todos, como es morir.
Nuestra sociedad hedonista y basada en la inmediatez del placer y la baja tolerancia a la frustración, hace que vivamos en un siglo donde todo o casi todo es objeto de consumo, todo sucede rápido, consumimos cosas materiales, pero también relaciones interpersonales e incluso la sexualidad se convierte en objeto de consumo.
La infancia se acorta y vemos a niños llevando a cabo comportamientos que antes no tenían más que cuando eran adultos. En este siglo todo es rápido, inmediato y en el momento en que debemos comprometernos por luchar, mucha gente tira la toalla y cambia rápidamente. No hay capacidad de aguante ni de lucha. Todo esto tiene un precio que es la insatisfacción permanente, la falta de valores y la poca cultura del esfuerzo y del compromiso.
Por eso hablar de la muerte se convierte en algo propio de agoreros o nos da miedo, metidos en esa espiral de “a vivir que son dos días”, sin hacernos un planteamiento más allá.
Sin embargo, saber que vamos a morir irremediablemente debería prepararnos para llevar una mejor vida.
Una vida más serena y más tranquila en la que nos comprometiéramos de verdad con los valores que tenemos, aquellos que se supone que deberíamos tener todos, pero a los que perdemos de vista muchas veces en la vorágine diaria.
Nuestros días están contados, dicen que empezamos a morir en el momento en que nacemos y esto, lejos de volvernos cenizos o negativos, debería situarnos con los pies en la tierra y ser capaces de dar valor a lo que de verdad importa, no enfadarnos ni amargarnos por cosas que carecen de esa importancia a veces tan exagerada que damos a situaciones y debería, además, prepararnos para invertir emocionalmente mucho más en el día a día.
¿Como? Planteándonos qué importancia tendrá dentro de un año esto o aquello que me preocupa tanto, o si de verdad necesito eso que ansio tanto para sentirme feliz o si de verdad merece la pena esta tristeza o es mejor pasar cada minuto que me quede por delante, intentando ser más sensato conmigo mismo y con la vida que elijo cada día por vivir.
