Cuando tenemos problemas, generalmente perdemos mucho tiempo en rumiarlos y rumiarlos antes de enfrentarnos a ellos.
Es decir, podemos pasar días y días pensando en cómo me saldrá una entrevista, cómo realizar una difícil llamada o cómo resolveré tal reunión que tengo, dando vueltas en la cama, sin apenas dormir, con ansiedad y dolor de estómago, pensando en todo tipo de inconvenientes, alimentando el miedo al fracaso y al ridículo, pensando en que no sabremos hacer tal cual cosa o anticipando todo tipo de catástrofes por miedo a enfrentarnos.
Además, si podemos, postergamos lo que tenemos que hacer presentando, en ocasiones, excusas de lo más variopintas: enfermedades imprevistas, coche que se estropea, el móvil que se queda sin batería… justificaciones que nos decimos a nosotros mismos, para quedarnos en ese lugar cómodo que es en realidad, el miedo. Pero, realmente, nuestra actuación no hace más que que el temor crezca; el miedo se va extendiendo y cogiendo más fuerza, además de generarnos mucho malestar físico y psicológico.
Cuando somos capaces de enfrentarnos a los problemas, éstos desaparecen. Sufrimos semanas enteras postergando hacer tal o cual llamada y cuando finalmente la hacemos, muchas veces decimos ¡no ha sido para tanto! Pero el malestar acumulado ya no nos lo quita nadie y, lo que es peor, se añade a otros malestares antiguos y así vamos acumulando ansiedad e inseguridad y un hábito de pensamiento y conducta negativo que volverá a generarnos sufrimiento.
Recuerde que los temores desaparecen al enfrentarnos a ellos y que la mejor manera de actuar ante un problema consiste, primero, en no dramatizar. Segundo, hay que pensar y reflexionar con calma sobre qué opciones tenemos para resolver el problema; y, tercero, ¡hay que pasar a la acción!
No hacen falta meses, ni días, para pasar a la acción sino hacerlo cuanto antes, una vez que se haya reflexionado y elegido la posible solución.
Cuanto antes se enfrente a lo que le preocupa, menos miedo tendrá y, sobre todo, evitará ir acumulando ansiedad y dejando en su cerebro una huella negativa que le provocará más ansiedad.
El miedo siempre se vence enfrentándonos a él, nunca postergando la actuación o evitándolo, porque si así lo hace el miedo coge cada vez mas fuerza y, al final, le paralizará, lo que supondrá mucho malestar y sufrimiento.
Así que, ánimo y a lanzarse. Todo lo que se enfrenta se domina y el resultado siempre es bienestar.