Nadie dijo que vivir fuera fácil; es más, es bastante complicado y hay épocas en las que parece que nunca va a salir el sol.
Sin embargo, deberíamos tomarnos nuestro acontecer diario como un conjunto de enseñanzas de las que debemos aprender. Y así, por ejemplo, ante una adversidad o inconveniente que nos suceda deberíamos preguntarnos qué provecho podemos sacar de ello o, mejor dicho, qué enseñanza.
Eso generalmente nos hace avanzar y, además, impide que cometamos el mismo error, en definitiva, que progresemos y crezcamos internamente. Lo que ocurre es que, muchas veces, no estamos en esa disposición de aprender de las lecciones que nos da la vida.
Generalmente, nos entristecemos y caemos en la autocompasión, o nos paralizamos pensando que tenemos muy mala suerte y que somos unos desgraciados. Aunque es verdad que algunas cosas que suceden escapan a nuestro entendimiento y por mucho que demos vueltas, no lograremos entender el por qué ha sucedido.
Les propongo que no pierda el tiempo en hacer análisis cabalísticos, que conducen a un callejón sin salida, y, ante algún acontecimiento negativo que les suceda y que vean que no pueden cambiar porque escapa a su control, intenten sacar lo bueno de eso malo y vean lo que pueden aprender.
Aceptar aquello que no podemos cambiar y seguir adelante, es fundamental para sentirse bien, aprendiendo que nos equivocamos y que no debimos actuar de tal o cual manera, pero que no nos condenamos, porque la condena o culpa conduce a la paralización y a sentirnos mal, lo que a su vez nos lleva a no cambiar ,atrapados en una espiral de malestar y autocompasión.
Cuando la vida nos da una bofetada, preguntémonos qué debo cambiar, qué puedo hacer para sentirme mejor y no volver a cometer ese error.
La vida es dura, pero también envía señales amables y oportunidades desconocidas que solamente hay que atreverse a coger.
