Con frecuencia, nos enamoramos equivocadamente y sufrimos estando con una persona que, a pesar de que los demás ven como negativa para nosotros, e incluso a veces nosotros somos capaces de ver que nos hace daño, somos incapaces de dejar, porque nos sentimos enamoradísimos y pensamos que, a pesar de las cosas malas, tiene muchas cosas buenas que nos compensan.
Es cuestión de tiempo, porque una vez pasado el subidón hormonal, el príncipe o princesa se convierte en rana y nos culpamos reprochándonos el haber estado tanto tiempo con una persona inadecuada, que incluso a veces nos trataba mal y se aprovechaba de nosotros.
Lo cierto es que no hacemos sabias elecciones y nos equivocamos. Dejarse llevar por ese sentimiento amoroso y el “ya cambiará” no es más que empezar a postergar una ruptura que deberíamos haber hecho mucho antes, pero que nos negamos a ver, obsesionados con ideas no realistas de que en realidad y a pesar de todo (maltrato, feos, humillaciones, engaños...) merece la pena porque, en el fondo, no es tan malo y le queremos tanto…
Y nos quedamos atrapados en la culpa y el malestar, fustigándonos con los pensamientos que rumiamos una y otra vez de por qué hemos aguantado tanto, por qué nos hemos dejado tratar mal. Rumiamos una y otra vez el pasado con lo que nos cerramos la puerta a otras relaciones, además de no averiguar nada nuevo y dar vueltas mentalmente a los mismos pensamientos.
Deberíamos darnos cuenta de que es imposible cambiar la situación que hemos vivido y aceptar que, simplemente, nos hemos equivocado de persona y que no importa cuántas veces esto nos ocurra, que pueden se tres o cinco veces, ya que en ningún sitio está escrito que a la cuarta acertaremos.
Lo que hizo que te unieras a esa persona que ya has dejado, ya es pasado, ya es historia, luego no tiene sentido seguir removiendo las causas, el por qué e intentar buscar profundas verdades o hechos concretos que iluminen de repente la elección equivocada. No; simplemente, la realidad es así, y aceptarla y darse de bruces con ella es bueno: es decir, me equivoqué, elegí mal… pero, una vez aceptado esto, lo que hay que hacer es seguir, ser fiel a uno mismo, aprender a poner límites en la siguiente relación y darle el sentido positivo de aprendizaje.
Aceptar una mala experiencia amorosa no significa desistir o tirar la toalla, sino darse de bruces con la realidad. Y ser realista provoca siempre cambios positivos en la vida de cada uno, porque asumes los errores y te permite avanzar, dejas de vivir en las nubes y te planteas las cosas y las relaciones como una lección en la que no vas a permitir ni humillaciones ni mediocridades, ni falsedades y sí un compromiso y madurez en la misma medida que tú estás dispuesto a dar.
www.diazbada.com