En la sociedad en la que estamos, muchas veces vivimos con el piloto automático puesto, es decir, corremos de un sitio a otro, hacemos muchas cosas a la vez, nos levantamos por la mañana y automáticamente vienen a nuestra cabeza todas las cosas que tenemos que hacer en el día y nos entregamos a una hiperactividad en la que no tenemos tiempo para pensar.
Automáticamente tenemos ya programado lo que tenemos que hacer y estamos más pendientes de lo externo, que de nosotros mismos. Vivimos hacia fuera y pensando más en el futuro o, en ocasiones, recriminándonos el pasado o echándolo de menos, que viviendo el presente.
El hecho de hacer varias cosas a la vez con rapidez, hace que con frecuencia nuestros pensamientos también sean así; pasamos de un pensamiento a otro casi sin darnos cuenta, con frecuencia tenemos pensamientos negativos, uno detrás de otro, a una velocidad de la que nos somos conscientes llegando ,en ocasiones a convertirse en obsesiones.
No nos centramos en el momento presente ni en lo que pensamos o estamos haciendo, sino que lo hacemos casi de manera automática para, inmediatamente, pasar a la siguiente cuestión o actividad.
La sociedad en la que vivimos hoy es una sociedad que nos exige una hiperactividad, en la que gastamos muchísima energía tanto física como mental.
Sin embargo, para sentirnos bien, deberíamos dirigir nuestro pensamiento para centrarnos en el aquí y ahora, dejando el pasado atrás y no preocupándonos por el futuro, centrándonos así en el momento presente.
Deberíamos prestarnos más atención y no vivir tanto en función de lo de fuera, sino más conectados con nosotros mismos y parándonos a pensar en qué estamos pensando, en qué tipo de vida llevamos y en qué nos preocupa, pero siempre en el presente.
Deberíamos escucharnos, prestarnos atención y escuchar a nuestro cuerpo y a nuestras emociones y ver cómo nos sentimos.
De esta manera, no evitamos que aparezcan los pensamientos negativos, pero es mucho más fácil liberarse de ellos, porque generalmente al adquirir conciencia plena de lo que me preocupa en el momento presente, es más fácil resolver o enfrentarse a lo que es real y no a algo que nuestros pensamientos negativos crean falsamente.
Esa conciencia plena nos genera seguridad; al hacernos dueños de nuestros pensamientos, nos hacemos más dueños de nuestras vidas.
Tener conciencia plena es bueno para todos, pero especialmente para las personas que tienen ansiedad y siempre anticipan en negativo desgracias futuras que raramente ocurren, o para personas que padecen depresión, en la que echamos la vista al pasado.
Tanto la ansiedad como la depresión no se centran en el momento presente, por eso la conciencia plena de vivir cada instante, con los pensamientos ajustados, ayuda a salir de esos estados y controlar así nuestros estado de ánimo.