
Uno de los errores que cometemos con bastante frecuencia es pensar que en algún momento la vida será justa. Nos autocompadecemos, sentimos lástima por nosotros mismos y cuando alguna adversidad nos sucede, nos decimos y hablamos entre nosotros, quejándonos de las injusticias de la vida.
Pero, en realidad, la vida nunca ha sido justa, ni parece que lo vaya a ser. Hay acontecimientos y situaciones que se escapan a cualquier razonamiento y que por mucho que nos rebelemos o enfademos no conseguiremos cambiarlos.
Parece que es algo consustancial al ser humano y a pesar de que pasen los siglos y haya grandes mejoras en nuestros hábitos de vida, avances científicos y tecnológicos, sigue habiendo grandes injusticias que nunca entendemos y que, cuando nos tocan, hace que con frecuencia nos rebelemos, enfademos con el mundo y sobre todo… nos autoconpadezcamos.
Pero lo cierto es que nadie nos había dicho lo contrario. Es decir, crecemos con la idea de que la vida es fácil y de que es justa y de que pone a cada uno en su sitio… pero luego la propia vida se va encargando de demostrarnos que no es así.
Pensar que la vida no es justa, que es difícil, y tenerlo presente en nuestra mente, resulta liberador y ayuda a que podamos asumir los infortunios que se nos van presentando a lo largo de ella, y que seamos capaces de asumirlos y seguir adelante.
Resulta liberador saber que la vida no es justa porque, de esta manera, aprendemos a vivir más el presente y los momentos buenos que tenemos, sin perder de vista que la adversidad puede tocarnos, pero que, como somos conscientes de que eso puede suceder, nos va a coger bien armados de energía y de fuerza para poder enfrentarlos.
La vida no tiene por qué ser perfecta, el que lo sea o no depende realmente de uno mismo y de que sea capaz de llevar su vida como realmente quiera. Es decir, asumiendo los infortunios, pero sobreponiéndose a ellos y siguiendo adelante.
Podemos decir que no podemos elegir la cartas que nos tocan, pero sí lo que hacemos con ellas una vez que “nos” las han repartido. Y ahí reside nuestra fortuna, en que sepamos hacer con nuestra vida lo mejor que podemos hacer. Sin sentir lastima de nosotros mismos y sin quejas que nos paralizan.
El hecho de que la vida no sea justa no quiere decir que no hagamos todo lo que podamos a lo largo de nuestra vida para luchar y conseguir que lo sea algo más. Pero huyendo siempre de la lástima, que es una emoción muy negativa que nos derrota y paraliza. Cuando aceptamos que la vida no es justa, lo que sentimos es compasión por nosotros mismos y por los demás, y eso es lo que nos hace avanzar y luchar para conseguir un mundo mejor y una gran serenidad personal.