Todos los que hemos experimentado el miedo sabemos que es tremendo padecerlo porque te paraliza por dentro y hace que todo lo que vayamos a intentar suponga un estado de nervios y ansiedad terrible, que a su vez nos hace sentirnos peor, menos válidos, más cobardes y menos capaces… Además, las situaciones que tememos suelen ser cotidianas y sin peligro real, lo que a su vez nos avergüenza más.
El malestar es tan grande y nos hace sufrir tanto que es motivo de muchas consultas psicológicas, además de no pocas innumerables recetas de ansiolíticos que acabamos tomando para calmarnos temporalmente, pero que no nos curan el problema.
Anticipamos consecuencias catastróficas que nos sabemos si en algún momento sucederán, pero como las vemos tan reales, inmediatamente caemos en la espiral de la angustia.
Por ejemplo, si tenemos que empredenr un viaje, solamente el pensamiento acerca del mismo, unos pocos días antes, provoca una angustia mental y una sintomatología física con molestias, por ejemplo, en el estómago, que hacen que no durmamos bien, que nos quitan el apetito, que estemos en una reunión pero “no estemos”… etc.
Si tenemos que mantener una conversación con alguien, aunque en principio sea una situación agradable, en nuestra mente empezamos con todo tipo de rumiaciones negativas, y en muchos casos no nos atrevemos a hacer nada, o a hablar de nada, y, si lo hacemos, es un esfuerzo mental tan grande que nos deja agotados.
Pasan los días y los meses y seguimos así: interiormente se instala en nuestra mente un sentir agorero que constantemente esta diciéndonos “qué mal, mira lo que va a pasar, ten cuidado, no te fíes, piensa mal que seguro que así aciertas…”
Todos los temores, vagos o concretos, se transforman, sin embargo, si empezamos a cuestionarnos esos miedos.
Empezando, por ejemplo, con este cuestionamiento ¿Realmente, qué es lo peor que me puede pasar? Y, contemplando las posibilidades reales después de una reflexión serena, veremos que no es para tanto y que nuestros miedos están no en el exterior, sino en nuestra cabeza, esos miedos que nos hacen sufrir y nos paralizan.
No nos damos cuenta de que ante situaciones de peligro reales, el instinto de supervivencia nos hace reaccionar, normalmente con éxito. Tenemos ejemplos todos los dias. Sin embargo, son los miedos irracionales los que nos causan gran pesar y nos atrapan en una vida infeliz y llena de ansiedad.
Láncese a enfrentar sus miedos. Le aseguro que cuanto más se oponga a ellos, más los dominará y más fuerte se hará usted.
No se concentre en lo que origina su temor y sí en enfrentarse a él y siempre, siempre, saldrá victorioso.
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