En ocasiones, esa esperanza mágica se convierte en un modo de vivir, que te ancla en la inacción y en la queja permanente sobre la suerte que tienen los demás y la nula que uno tiene.
Nuestra actitud hacia el esfuerzo es importante. Nada va a cambiar en nuestra vida si seguimos haciendo lo que estamos haciendo. Queremos que cambie, pero seguimos haciendo las mismas cosas y manteniendo la misma actitud. Imposible, por lo tanto, que algo diferente suceda.
¿Dónde está la clave?
En el esfuerzo. Lo importante es mantenerse ocupado y tener claro que las cosas mejoran cuando nosotros mejoramos. Las cosas van a cambiar si nosotros cambiamos, nunca antes.
Si nos esforzamos en aprender, en hacer lo que tenemos que hacer y ponemos todo de nuestra parte es posible que, por ejemplo, lo que en principio no nos gustaba, acabe gustándonos y que lo que tanto nos costaba, acabe siendo más llevadero.
Por supuesto que poniendo todo de nuestra parte no evitaremos automáticamente todos los fracasos ni las desilusiones, pero nos sentiremos bien porque en ese esfuerzo que hacemos está el premio. En saber que hemos sido capaz de intentarlo. Que no nos hemos dejado vencer por la pereza o el “imposible”.
¿Qué conseguimos entonces, me dirán, si no evitamos el fracaso? Algo tan fundamental como es la confianza en uno mismo y la autoestima. Porque la clave no es sólo conseguir el éxito, sino saber que esforzándose nos demostramos a nosotros mismos que podemos. Que, en ocasiones, conseguimos lo que nos proponemos y que si no es así, ahí está al aprendizaje. El que no hay nada que nos limite, ni impida ilusionarnos.
La perseverancia y determinación que acompañan a todo esfuerzo se resume en un firme “Adelante” y realmente esto siempre ha sido lo que ha hecho avanzar a las personas.
Si queremos realmente que el día de hoy cambie, hagamos un esfuerzo para que realmente sea diferente.
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