Cuando nos vamos haciendo mayores y miramos hacia atrás recordamos lo que sufrimos cuando alguien nos dejó. El sentimiento de desamor y abandono de la persona a la que amamos es una emoción que nos hunde en una profunda tristeza y en periodos de mucha ansiedad. Nos preguntamos qué hemos hecho mal para que esa persona no nos quiera o nos abandone; de qué carecemos para no ser elegidos, qué aspecto físico no tenemos que hace que no le resultemos atractivos y nos deje.
Nos olvidamos, además, de que probablemente nosotros hayamos hecho lo mismo y también hemos rechazado a personas que, aun valorando que eran buenas personas y que no tenían “nada”, no nos gustaban, probablemente por las mismas razones por las que a nosotros nos rechazan.
Para recuperarse es fundamental tener en la cabeza una serie de pensamientos que aunque sabemos que son ciertos, habitualmente olvidamos y caemos en una autocompasión que nos hunde más y más.
Primero, recuerde que no son sus carencias lo que hace que no le amen, sino que es la percepción subjetiva del otro la que no hace que no vea todas sus fortalezas y capacidades.
Segundo, recuerde que, en el amor, nos rechazan y rechazamos, y así es y será siempre.
No tiene que vestir o medir o pesar o tener el pelo rubio o moreno o tener tal marca de coche. La mejor manera de querer es aquella de quienes nos quieren por lo que somos. No hay mejor chico o chica que una persona alegre y centrada, madura y equilibrada. Lo demás son tonterías que no valen para nada o, al menos, solo para relaciones vacías de contenido y de poco compromiso.
No son sus defectos los que hacen que la otra persona le rechace. No se machaque. Todos tenemos debilidades y fortalezas. Verlas, y que nos gusten o no, es otra cuestión, y ahí todos los seres humanos elegimos.
Y, por último, acepte que no se puede gustar a todo el mundo, sobrepóngase y siga adelante.
La vida siempre le va a dar otra oportunidad. De usted depende estar atento para saber aprovecharla. Y en el amor, es así también.