Tememos cometer errores o fracasar porque pensamos que las demás personas tendrán de nosotros una imagen de ineptitud o incapacidad.
Pensamos que si fracasamos en alguna de las tareas que emprendemos, será una catástrofe terrible y nunca podremos levantarnos después de ese fracaso. Sin embargo, la realidad tozudamente nos enseña lo contrario, que pocas veces es así. A menudo, las personas exitosas son las que han pasado por épocas de grandes fracasos y, sin embargo, han seguido adelante.
La vida de cada uno de nosotros está llena de errores y fracasos . Es algo inherente al ser humano.
Decimos que todos cometemos errores, pero es un decir con la boca pequeña, banal, porque ¿por qué seguimos teniendo tanto miedo a fracasar?
Porque entendemos mal la verdadera naturaleza de los fracasos. Lo que te hace progresar, tanto a nivel personal como profesional, son precisamente los fracasos.
Con los éxitos es fácil, pero tienen sus riesgos, porque una persona siempre exitosa pocas veces reflexiona o, en algunas ocasiones, puede dejarse llevar por una vanidad que va empañando negativamente su existencia. Lo vemos en muchos ejemplos de persona públicas.
Sin embargo, los fracasos suponen siempre un aprendizaje y una reflexión. Una mirada de introspección en la que nos preguntamos qué hemos hecho mal y qué deberíamos cambiar. Pero siempre desde un punto de vista personal y activo. El fracaso no debería nunca paralizarnos sino predisponernos a seguir luchando; a probar y ensayar en el día a día que es la vida.
El miedo al fracaso esconde en mucha ocasiones otro miedo con el que muchas personas viven atadas en su día a día, que es la necesidad de aprobación de los demás. Temo fracasar porque temo qué pensarán los demás.
Pero ¡ay de aquel que cuando ve un fracaso ajeno se ríe o menosprecia a la persona! Solamente muestra su poca empatía e inteligencia con esta postura, además de su falta de seguridad. El auténtico ser humano es aquel que ante el fracaso ajeno muestra empatía y se ve reflejado en él, porque se sabe falible y ve en el otro lo que a él mismo le pasa.
Esto provoca una corriente de solidaridad y apoyo emocional hacia el otro. Siempre nutre interiormente a la persona que lo siente así, además de seguir interiorizando adecuadamente el verdadero significado del fracaso.
Fracasar significa siempre inevitablemente aprender el oficio de vivir. Ese oficio que es el más importante de nuestra vida.