Con frecuencia me preguntan si cambiar la personalidad es posible. Tendemos a creer que la personalidad es algo inmutable, dependiente de factores genéticos, biológicos, sobre los que nada se puede hacer. Pero, sin embargo, esto no es del todo cierto.
Para comprobarlo, fíjese en algunas personas que tenemos alrededor. Con frecuencia decimos que se han vuelto más hurañas o negativas, o al revés, que tras tal o cual acontecimiento vital, han cambiado su manera de ser y se han vuelto más abiertas, positivas y alegres.
Todos experimentamos a lo largo de la vida cambios en nuestra manera de actuar y de pensar. Abandonamos ideas que ya no nos parecen factibles, pero olvidamos que ese abandono de ideas con las que antes funcionábamos produce también cambios en nuestra manera de actuar. Así que nuestra personalidad cambia.
Los factores hereditarios juegan un papel importante en la formación de nuestra personalidad, pero, evidentemente, no son los únicos y es la interacción con el entorno y lo que vamos aprendiendo día a día, lo que va formando nuestra personalidad. Cuando llegamos a la vejez somos el resultado de esas interacciones mantenidas a lo largo de nuestra vida.
Lo que está claro es que cada uno de nosotros podemos hacer cambios y desarrollar nuestro potencial como seres humanos. Esto puede ser tan complicado o tan sencillo como nosotros queramos.
Para darse cuenta de que no es tan difícil, pruebe con esta técnica: actué siendo o comportándose como le gustaría cambiar.
Imagine que es un actor y que está representado un papel en el que actúa de acuerdo a lo que le gustaría ser. Verá que no es tan difícil. De hecho, lo hacemos con frecuencia. Por ejemplo, fuera de casa no nos comportamos igual que dentro de casa.
En el trabajo tenemos una determinada personalidad, que dentro de casa cambia. Tiene usted la capacidad de ser lo que desea. Inténtelo. Los cambios siempre son posibles si uno se pone a trabajar en ellos. Si tira la toalla creyendo que es imposible se resta la oportunidad de sentirse mejor. Pruebe y arriesgue; el resultado siempre es positivo. Primero, por los cambios que se producen, pero, sobre todo, por el sentido de control y manejo de su propia vida, lo que redunda en una confianza y autoestima mayor.
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