Con frecuencia oímos que tenemos que ser perseverantes y dirigirnos claramente a nuestros objetivos para vivir bien. No hay que dejarse llevar por la inacción y conviene tener organizado nuestro día a día, de tal manera que haya un orden en nuestras acciones, dirigidas a objetivos y un orden interno también en nuestra mente, en el que sepamos qué buscamos, qué queremos y por qué, y qué vamos a hacer para conseguirlo.
Todo esto es cierto y está muy bien. Mente ordenada por dentro, suele dar como resultado una vida ordenada hacia el exterior. Y como consecuencia de este orden nuestro bienestar es mayor porque cada logro u objetivo conseguido nos hace sentir control, sensación de que controlamos nuestra vida y de alguna manera nuestro mundo. La sensación de control, de que llevo las riendas, produce siempre bienestar.
Dicho todo esto, lo que hay que tener también claro es que nuestros planes, lo que teníamos previsto, puede verse obligado a cambiar, porque la vida está llena de imprevistos con los que no contamos y que de repente sacuden ese orden interno y externo que teníamos pensando llevar a cabo. Esa imprevisibilidad de la vida no debe hacer que mentalmente nos tambaleemos porque será nuestra flexibilidad la que hará que ante esos imprevistos, siendo flexibles mentalmente, nos resituemos rápidamente y que no caigamos en la ansiedad o en el estrés.
Ser flexible supone adaptarse a los cambios continuos que se nos presentan y que no por nimios a veces, dejan de producirnos malestar. No es infrecuente que haya personas que ante un cambio repentino de planes de ocio muestren su enfado y eso repercuta en sus relaciones sociales, por ejemplo; o que ante un accidente casero, por ejemplo se quema la comida, se estropea la lavadora o se me pincha una rueda del coche, organicen un auténtico drama porque el plan previsto se ve frustrado.
Solo la flexibilidad mental nos salvará de ese malestar. Para evitar sentirse frustrado ante los cambios de planes o imprevistos que suceden, para convertirse en una persona flexible, es importante conectar internamente con nuestras prioridades.
¿Qué es más importante, estar comiendo relajadamente aunque sea una comida que no estaba prevista, o pasar un mal rato, enfurruñándonos porque se me ha olvidado comprar tal cosa en el supermercado? ¿Es terrible llegar tarde a una reunión de trabajo porque se me pincha la rueda del coche o es mejor llamar y explicar lo sucedido y, mientras la reparo, internamente decirnos que no es el fin del mundo y que, realmente, no va a suceder nada que no se pueda solventar de otra manera?
Convertirse en alguien flexible, tolerante, conduce irremediablemente primero a estar más relajado, segundo a saber actuar ante imprevistos y tener más capacidad de resolverlos porque no nos paralizamos, sino que aceptamos el inconveniente y pensamos, ¿Qué puedo hacer? De este modo, generalmente generamos más respuesta y ponemos en marcha más recursos. Y por último y lo más importante, vivimos mejor, nos sentimos bien porque tomamos los inconvenientes como lo que son, inconvenientes, que no dramas.
Decía Charles Darwin que no son los más fuertes en las especies los que sobreviven, sino los más flexibles. No cabe duda de que es así.