He leído esta frase y me ha hecho reflexionar. Es verdad, sin dolor, no hay ganancia. Así parece ser la vida. Acertamos y nos equivocamos. Volvemos a cometer los mimos errores, a pesar de que ya lo sabíamos… finalmente, siempre avanzamos y cambiamos…
Por eso es importarse valorarse y entender que la vida es eso, un proceso en el que las ganancias se obtienen siempre con esfuerzo y, en no pocas ocasiones, con dolor.
No lo digo para que nos agobiemos y pensemos que esta vida es sufrimiento. Tampoco es así. Es sufrimiento, pero también muchas cosas buenas y placenteras.
No deberíamos angustiarnos porque las cosas no nos salgan a la primera… ni a la cuarta. Debemos saber que tendremos que seguir intentándolo, hasta conseguirlo, alejados de perfeccionismos inútiles.
Cometemos y cometeremos errores todos los días: es el precio que hay que pagar por vivir. Pero eso mismo, saberlo, debería darnos serenidad. Esforzarse, intentar mejorar, pero siempre desde esa serenidad interior de que hago lo que puedo teniendo en cuenta lo que sé. Que no echo la culpa a los demás, ni al mundo en general, y que asumo mis errores como parte de ese esfuerzo por ser mejor persona y por hacer las cosas mejor, no como una catástrofe que me culpa y me sume en la depresión o en la tristeza.
Asumo que soy el dueño de mi vida y que depende de mí cómo conducirla y vivirla, sin niveles irracionales de exigencia y sin culpas. Recordaré que la culpa me paraliza y me impide avanzar. La responsabilidad, en cambio, supone asumir mis errores y mejorar.
No hay que olvidar nunca que la vida es lo que nosotros queramos que sea; nosotros, con nuestra actitud, la iremos escribiendo. Al final, será nuestra actitud ante los acontecimientos que nos toca vivir la que determinará lo que hagamos, cómo lo haremos y cómo lo enfrentaremos.
No nos sintamos frustrados por los inconvenientes y sinsabores de la vida, y continuemos adelante. Pasará el tiempo e iremos advirtiendo que somos nosotros los que llevamos el control, que nuestra vida conscientemente es lo que queremos que sea, que avanzamos en la dirección que queremos.
Y saberse dueño de nuestra propia vida proporciona serenidad.
No hay nada mejor que esa sensación.