El miedo les paraliza e impide intentar cualquier cosa nueva, porque de antemano sienten que va a ser un fracaso o que van a perder más de lo que puedan ganar o que luego se arrepentirán de haber dado el paso.
Sin embrago, está demostrado que las personas que prueban nuevas cosas son más felices y se sienten mejor, además de tener más salud, que aquéllas que no intentan experimentar nada nuevo y siguen ancladas en la rutina.
Estar disconforme con su vida, pero no atreverse a cambiarla, es una paradoja tremenda.
Se convierte usted en un saboteador de sí mismo. No son los demás, ni las circunstancias que le rodean, ni la mala suerte, los que hacen que su vida siga anclada; es usted el responsable de su vida y de mucho de lo que le suceda.
Por lo tanto, hasta que no tome las riendas de su vida y se responsabilice realmente de ella, no sabrá qué cosas buenas le esperan.
Asumir que la vida es un precioso regalo y que hay que empezar por uno mismo, es decir, ocuparse de sí mismo, estableciendo la prioridad de qué quiero hacer, qué quiero ser, qué quiero decidir… sin dramatizaciones, ni miedo a las consecuencias.
Utilizando aquello que todos tenemos: sentido común, para el que no hace falta masters ni estudios especiales, sino, simplemente, pararse a pensar.
Pensar que lo que espero de mi vida me corresponde a mi conseguirlo, no a los demás ni tampoco meterme en el bucle de ser lo que los demás esperan de mí y perderme y no ser yo el dueño de mi vida.
Hacer pequeños cambios proporciona siempre bienestar, iniciando un camino positivo en el que, aunque las cosas no salgan como esperábamos, comprobamos que tampoco es el fin del mundo y ser dueños de nuestra vida es lo mejor que tenemos.
