En esta época de premuras y poca paciencia, de conseguir inmediatamente todo y de tolerar mal las frustraciones, muchas personas recurren innecesariamente a tomar medicación para conseguir superar situaciones que forman parte del devenir de la vida y que hay que asumir, aunque generen malestar.
De tal manera que la industria farmacéutica, con su poderoso marketing, tiene remedios para todo. Remedios muchas veces no investigados con estudios serios y que provocan en ocasiones efectos secundarios muy negativos y que el usuario desconoce.
En ocasiones hay personas que no están dispuestas a trabajar en los cambios que ellos mismos demandan como necesarios en su vida y creen que recurrir a una píldora mágica provocará dichos cambios.
No quiere decir esto que todas las medicaciones, y en concreto los psicofármacos, no sean válidos. No es así. Pero sí es verdad que se observa en los temas de salud una sobremedicación y un sobrediagnóstico de problemas que años atrás no lo eran y que se ven ahora como trastornos o patologías sin los necesarios estudios que los validen.
Y así, en consulta, no es infrecuente observar cómo alguien que se divorcia toma antidepresivos, o si pierde el trabajo o a un familiar, toma ansiolíticos para sobrellevar mejor la situación; no es infrecuente observar que si el niño no estudia y requiere más atención por parte de su entorno familiar, y por lo tanto estar con él ayudándole a que se responsabilice y adquiera hábitos de trabajo, se recurre a ver si tendrá un déficit de atención o cualquier otro trastorno con la consiguiente sobremedicación a una infancia a la que cada vez se exige menos, se enseña peor y de la que se espera más.
Hay que poner un poco de cordura en todo esto y son ya muchos los expertos en salud mental que empiezan a dar la voz de alarma, así como los médicos de atención primaria. Los efectos secundarios pasan siempre factura, a veces a largo plazo, y eso hace que muchas veces nos olvidemos de ellos.
Siempre será mejor enseñar a la persona estrategias para asumir cambios y adversidades en su vida, así como preocuparse por respetar el ritmo de desarrollo de determinados personas que son más inmaduras o lentas a la hora de aprender. Lo que no quiere decir que no puedan hacerlo.
Tomarse la vida de otra manera, sin recurrir a la píldora de la felicidad que la mayoría de las veces no sirve. Por lo tanto, medicación sí, pero siempre acompañada de terapia y de la seguridad de que la persona está informada debidamente, teniendo en cuenta los efectos adversos, así como la fiabilidad de los medicamentos en la curación que dicen tener.