
Pensamos que la vida nos trata injustamente y que todo lo malo nos ocurre a nosotros.
Sin embargo, hay otros momentos en los que nos sentimos eufóricos, en los que vemos todo de manera positiva y creemos que la vida nos sonríe.
Nuestros estados de ánimo fluctúan y muchas veces, en broma, decimos que somos bipolares porque pasamos con cierta facilidad de sentirnos bien a sentirnos fatal, como si se tratase de un péndulo anímico que no controlamos.
Sin embargo, olvidamos que, en general, nuestros estados de ánimo fluctúan siempre y es muy probable que salgamos de casa por la mañana animados y optimistas y a lo largo del día nuestro ánimo vaya justo al extremo contrario para volver otra vez a cambiar... es decir, nuestras emociones van cambiando a lo largo del día y estos cambios forman parte de la manera de sentir de todos los seres humanos.
No obedecen a ningún descontrol o fallo en nuestra manera de ser.
Es imposible estar siempre animado o siempre triste, en términos de normalidad.
Aceptar que el ánimo cambia es también aceptar que podemos hacer cosas precisamente para cambiarlo. Es decir, en lugar de quedarnos atascados en el mal humor o en la visión pesimista, podemos pararnos a pensar si realmente eso que nos preocupa es un problema o un pseudo-problema. Aceptar nuestro mal estado de ánimo en un momento determinado nos hace humanos, pero no quiere decir que permanezcamos cruzados de brazos, sino que podemos tomar una postura activa e intentar cambiarlo.
Cuando nos sentimos mal sabemos que ese malestar pasará y, qué duda cabe, que pasará antes si nosotros nos proponemos no dramatizar aquello que en ese momento tanto no afecta, si nos acostumbramos a no anticiparnos, viendo problemas, que quizá nunca ocurran.
Asumir que la vida es difícil y que hay cosas que no podemos controlar es evidente para casi todos, pero no podemos olvidar una gran capacidad que tenemos los seres humanos que es única y exclusiva de cada uno, y que consiste en que, ante los diferentes acontecimientos que nos ocurren, podemos elegir la actitud que queremos tener. Eso sí que depende, única y exclusivamente, de nosotros.