Sabemos que los problemas forman parte de la vida. Las malas cosas nos suceden a los humanos, pero vivimos a veces con la idea de que es a los otros a los que les pasan, y que, de alguna manera mágica, nosotros estamos a salvo. De una manera un tanto pueril pensamos que enfermedades, infortunios o adversidades suceden, pero somos poco realistas y nunca pensamos que nos van a suceder a nosotros. Y, sobre todo, nunca reflexionamos sobre si estamos o no preparados para afrontarlas.
La vida no es justa, y problemas y adversidades pueden presentarse en cualquier momento y dar un vuelco a una vida que en principio preveíamos como rutinaria e incluso feliz.
Por eso, es un buen ejercicio mental recordarse, primero, que nuestra vida es limitada y que es un tiempo precioso el tiempo de cada día, porque realmente no sabemos qué pasará mañana. No se trata de amargarse la vida o de volverse un cenizo, sino de ser conscientes de que nuestra vida pasa y problemas de todo tipo pueden presentarse.
Precisamente esta certeza, y ser consciente de ella, es lo que hará que vivamos nuestro día a día con la esperanza necesaria, que, como si se tratase de una savia vital, nos hará formarnos por dentro y coger fuerzas para que en el momento de la adversidad podamos resistir y seguir viviendo. Es formarse mentalmente durante la vida, sabiéndose poseedor de la gran baza que cualquier ser humano tiene en su mano, que es la actitud. Será esa actitud la que nos hará más fuertes y nos ayudará a la hora de asumir aquello que en principio pueda parecer inasumible.
Ante nuestros problemas, enfrentarlos y ponerles remedio siempre es la mejor opción. La huida no trae cuenta nunca. Pero muchos de los problemas que creemos tener no son tales y tendremos que tener una actitud muy sincera y sensata con nosotros mismos para no crearnos problemas donde no los hay.
Y ante aquellas situaciones que realmente no podemos cambiar tendremos que asumirlas y decidir cómo podemos seguir viviendo a pesar de eso que no queremos, pero que tenemos. Este es el momento más difícil para la gran mayoría de las personas porque con frecuencia caemos en la autocompasión y el victimismo y eso nos quita toda la fuerza para, a pesar de las dificultades (la perdida de quien queremos, la enfermedad, la injusticia…) seguir adelante y poder seguir viviendo.