
Sin embargo, una parte de nuestra mente nos dice que tenemos que cortar, que no podemos seguir permitiendo la ansiedad y la amargura que nos produce la relación… que ya no confiamos en la otra persona porque nos ha traicionado y porque aquél o aquella que creímos que compartiría la vida con nosotros, se ha vuelto un desconocido, al que no reconocemos por su manera de conducirse y tratarnos.
Con frecuencia nuestra mente se ve inundada por pensamientos descalificadores de nosotros mismos. Pensamientos del tipo “no somos lo su
ficientemente atractivos o interesantes”, “desde un punto de vista intelectual carecemos de tales cualidades” o “nos hemos hecho mayores”, o “no tenemos tal o cual cosa”… pero realmente no es nada de esto lo que hace que una relación acabe.
Con frecuencia suele ser la falta de compromiso y, con ello, las ganas de seguir luchando juntos y caminando lo que hace que una relación se acabe. Muchas veces, la inmadurez de la persona con la que un día decidimos compartir la vida, termina por aflorar, aunque sea al cabo de muchos años, y con ella el egoísmo infantil que en personas maduras debería haber quedado atrás. En otras ocasiones, los papeles que hemos venido desempeñando en la pareja son los equivocados, actuando muchas veces de padre o madre, más que de compañeros de fatigas y alegrías.
Lo que no hay ninguna duda, y eso nos los dice claramente el día a día, es que aunque los momentos de ruptura son dolorosos y se sufre, siempre, siempre, si uno se lo permite, vuelve a enamorarse y sentirse bien.
Porque solamente aquellas personas que se empeñan empecinadamente en que tienen que estar con la persona que no quiere continuar la relación son las que se hunden en pozos de los que es difícil salir. Es decir, aquellos que piensan que sin él/ella, no van a poder salir adelante, que nadie les va a querer más, que carecen de tal o cual cualidad y que no son dignos de amor.
La realidad es muy diferente. Todo el mundo puede enamorarse cuantas veces se deje, cuantas veces quiera comprometerse con diferentes personas que la vida nos pone en el camino, conscientes de que, cuando una puerta se cierra, otras muchas se abren y de que la propia felicidad dependen de uno mismo mucho más que de los demás.