La mala imagen que tenemos de nosotros mismos es fruto de una labor de años en la que vamos añadiendo todo tipo de consideraciones, presuntas características inmutables de personalidad, casi siempre negativas, cuando no catastrofistas, como si tuviéramos que resignarnos a ser así siempre y no poder hacer nada por cambiar.
Funcionamos en el día a día, con pensamientos auto-inculpadores muy negativos que nos producen mucho sufrimiento a la hora de actuar.
Nos convertimos así en nuestro principales enemigos, viéndonos siempre en inferioridad de condiciones o con actuaciones impropias que nos hacen sentir mal.
La lente con la que nos miramos y juzgamos está distorsionada y nos ofrece una visión de nosotros mismo lamentable, dura y, en general, muy poco realista.
No es fácil cambiar, pero claro que es posible. La clave está en practicar y practicar, convirtiendo nuestra mente en una tabla de entrenamiento en la que el objetivo va a ser ajustar la visión que tenemos de nosotros mismos a parámetros realistas que se puedan confirmar realmente con los hechos.
Y así, será conveniente que empecemos por dejar de hablarnos negativamente, tratándonos con igual respeto y cariño con el que tratamos a los demás; además, será importante que dejemos de compararnos con otros y nos fijemos más en nosotros mismos y no en lo que los demás son o dicen.
Aceptaremos cumplidos como también hablaremos bien de los demás. Nos felicitaremos cuando nos salgan las cosas bien y nos reconoceremos el esfuerzo hecho, de la misma manera que seremos capaces de reconocer nuestros fallos sin condenarnos para, así, ser capaces de mejorarlos.
Reconoceremos la diferencia entre los actos y las personas. Cometer tonterías nos hace humanos, no nos condena.
Nos cuidaremos y trataremos bien, por dentro, pero también por fuera, alimentándonos bien y haciendo ejercicio. No es correr una maratón, es cuidarse.
No permitiremos que los demás nos traten mal. Es importante poner límites. Intentaremos disfrutar de la vida sin sentirnos culpables. Una cosa es mejorar y otra sentirse mal “casi” por todo. Esta vida es difícil e injusta, razón de más para disfrutar de lo bueno.
Miraremos al otro como lo que es: un ser humano como nosotros mismos, que lucha, sufre y ríe como nosotros y cuyo objetivo (aunque en ocasiones parezca que no) es también ser feliz.