A menudo consideramos que nuestra vida es una sucesión de rutinas, en las que casi nada podemos hacer por cambiarlas.
Creemos, equivocadamente, que nuestra vida ya está “hecha” y que los días se sucederán, unos iguales a otros, en una monotonía que nos parece insulsa y aburrida.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad.
Si analizamos bien lo que somos, nuestros valores y nuestra vida, y nos enfocamos para cambiar aquello que está en nuestras manos, construiremos un puente entre lo que ahora somos y lo que seremos en un futuro.
Como decía Eric Fromm, el presente está cargado de posibilidades, y seremos nosotros, con nuestra actitud, los encargados de ir descubriéndolas, y no un golpe de suerte o un hecho mágico que de repente suceda.
Para conseguir construir ese puente, deberemos preguntarnos:
¿Qué es lo más importante para mí?
¿Cuáles son mis mejores cualidades?
¿Qué quiero cambiar?
¿Qué cualidades necesito para dar ese cambio?
¿Debo pedir ayuda a alguien?
Confiar en uno mismo, y creerse el único que puede activar ese cambio, es fundamental.
Una cosa es el apoyo o consejo de los demás, y otro, el pensar qué harán los demás por mí. Error. Nadie hace más que uno mismo, por sí mismo.
Consiga que interiormente crezca la idea de que usted y sólo usted, va a dar el paso para cambiar, y póngase manos a la obra.
No espere que estos cambios sean de un día para otro, y dosifique su esfuerzo sabiendo que el verdadero cambio es el que ocurre siempre paso a paso, porque es el que se afianza y acaba convirtiéndose en un hábito.