Es cierto que factores hereditarios desempeñan un papel importante en la formación de nuestra personalidad. Pero también es cierto que la misma va cambiando en función del entorno y de los acontecimientos que se suceden a lo largo de nuestra vida. Los genes los tenemos ahí, pero son los diferentes acontecimientos los que hacen que dichos genes se “pongan en marcha o no”.
Y esto podemos verlo con el siguiente ejemplo. Todos hemos visto a alguien que tras un acontecimiento vital determinado se ha vuelto más huraño, retraído o triste. Puesto que su personalidad se ve alterada por un acontecimiento negativo determinado, ¿por qué no vamos a cambiarla de manera positiva?
Siempre se pueden hacer cambios importantes con la manera de ser de cada uno. Conscientemente uno puede ser lo que en realidad quiere llegar a ser. Sí, sí. Pero exige como condición el intentarlo, ¡claro! Ese pensamiento fatalista de “soy así y no puedo hacer nada para evitarlo” esconde en realidad autocomplacencia, autojustificaciones y egoísmo.
Claro que se puede reprogramar uno mismo y llegar a ser lo que realmente queremos ser. La personalidad no es algo inmutable con lo que nacemos y morimos.
Lo que somos es en gran medida resultado de nuestra propia creación. Para producir esos cambios hay una técnica que. aunque simple, no deja de ser muy efectiva.
Intente “actuar” de la manera que usted quiere cambiar. Es decir, como si fuera un actor, haga esos cambios y actúe así, como usted quiere ser. Poco a poco esa manera de actuar formará parte de su personalidad.
En realidad, siempre estamos actuando. Normalmente, de una manera muy diferente, por ejemplo, si estamos en casa, en familia, que si estamos con los amigos o en el trabajo. Tenemos diferentes maneras de comportarnos y, por lo tanto, diferentes personalidades.
Por lo tanto, si quiere ser de otra manera, actúe. Haga como quiere llegar a ser. Usted tiene la capacidad de ser lo que usted decida y quiera. Solamente tiene que intentarlo.