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domingo, 14 de febrero de 2016

CINCO PENSAMIENTOS ERRÓNEOS QUE NOS CAUSAN INFELICIDAD

Nuestra mente nunca descansa y continuamente estamos pensando. Nunca podemos dejar de pensar, pero sí podemos elegir lo que pensamos. Y esa es una de las claves para sentirse bien. Creernos, porque es así, que somos los dueños de nuestra mente, nos lleva a controlarla y a poder elegir qué pensar y, por lo tanto, a sentirnos bien. Si soy yo el que me genero mis propios pensamientos, voy hacer todo lo posible para que dichos pensamientos me generen bienestar.
Hay una serie de pensamientos erróneos que siempre cometemos, que con frecuencia tenemos en nuestra mente y que acaban por convertirse en un hábito de pensamiento negativo con el consiguiente malestar.
Estos son cinco de esos pensamientos negativos o erróneos.

1. Magnificar los eventos negativos que nos han ocurrido, lo que genera siempre pensamientos acerca de dichos eventos muy catastrofistas y limitadores. Con frecuencia, dichos pensamientos nos van metiendo en una espiral de autocompasión que nos paraliza, para volver a pensar una y otra vez en aquello que sucedió. Intentar desdramatizar será fundamental para neutralizar esa dramatización y liberarse de esos pensamientos.

2. Rumiamos y rumiamos aquello que hemos hecho mal. Dicho de otro modo, no nos perdonamos nuestros errores, mortificándonos por no haber hecho o dicho tal o cual cosa (o por haberla hecho o dicho) y dando vueltas acerca de ello. Nos olvidamos de que, en realidad, los errores son fantásticos porque son una de las maneras mejores de aprender y que la vida es una sucesión de aprendizajes en la que, sin los errores, nos iría muy mal.

3. Volvemos una y otra vez al pasado, recreándonos con pensamientos acerca de qué hubiera sido de nosotros si hubiésemos conservado tal trabajo, continuado la relación con tal persona o viajado a tal país. Nos atascamos, además, en un pasado en el que nos imaginamos toda suerte de buenaventuras o magnificamos situaciones que nuestra memoria se encarga de adornar o solamente recordar lo bueno. Atándonos al pasado nos paralizamos y nos inactivamos en el repente.

4. Nos cuesta ilusionarnos y nuestros pensamientos suelen ser de apatía, de tono bajo o negativo, viendo lo peor, en vez de ilusionarnos con las cosas que realmente nos hacen bien y que tenemos en estos momentos: las cosas pequeñas, las personas agradables, la naturaleza, una lectura, una bonita canción… y un sin fin de cosas más que tenemos alrededor. Sin embargo, nuestra óptica pesimista solo enfoca lo malo.

5. Los hechos negativos que realmente nos ocurren nos hacen perder la perspectiva y no tener en cuenta todo lo bueno que tenemos y lo que nos espera. Perdemos la perspectiva y nos anclamos en lo peor. De esta manera, nuestra manera de enfrentar el día se vuelve pesimista y anodina y transmitimos esto, convirtiéndonos en personas aburridas y grises.

Lo contrario sería centrarse en lo bueno de cada día. Poner nuestra mente en la línea de salida con pensamientos positivos. En intentar dar las gracias (a Dios, al universo, a la vida) por un día nuevo que tenemos, el valorar que estamos sanos y que nuestra mente funciona perfectamente. El pensar en todo lo que tenemos por delante y que el día será lo que realmente queramos que sea, si pensamos bien.


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