Iniciamos proyectos y nos desilusionamos si estos no salen adelante. Lo mismo sucede con las personas. Entablamos relaciones de amistad o amorosas, y si éstas no son como pensábamos que deben ser, sufrimos decepciones y nos sentimos mal.
Olvidamos que realmente lo que importa no es tanto el resultado, sino el haberlo intentando. Lo importante es la lección que siempre extraemos, aunque no hayamos conseguido lo que queremos. El aprendizaje logrado aunque nos haya hecho pasar un mal rato.
Poner todo de nuestra parte no implica el éxito, y esforzarse tampoco es sinónimo de éxito.
Sin embargo, poner todo de nuestra parte, implicarnos, comprometernos, hará que nos respetemos más a nosotros mismos, y que mejore el concepto que tenemos de nosotros mismos.
Porque lo realmente importante no es el éxito, sino haberlo intentado, haber puesto los mejor de nosotros mismos y saber que, aunque hayamos fracasado, por nuestra parte, lo que hemos hecho o la relación que hemos mantenido, ha sido real, de corazón y con la implicación emocional que deben tener las cosas en la vida.
Perder puede ser doloroso, pero aún lo es más darse cuenta de que no lo intentamos, que dejamos pasar una oportunidad, una oportunidad de vivir.
No intentarlo y no hacer el máximo esfuerzo, eso sí que es terrible.
Las cosas cambian cuando nosotros cambiamos y salen adelante si lo intentamos.
Y si finalmente el fracaso es lo que obtenemos, tendremos la satisfacción de haberlo intentado de corazón y mente, y eso nunca es perder. Todo lo contrario, es un aprendizaje.
Y es que, realmente, en eso consiste vivir.