Cuando perdonamos a alguien, no quiere decir que aprobemos lo que nos ha hecho.
Decidir perdonar supone una oportunidad de sanación para el que agravia, pero también para el que perdona.
Se puede además perdonar pero querer que se haga justicia.
Perdonar permite al que perdona seguir con su vida, seguir adelante a pesar del dolor y recuperar la serenidad.
Perdonar significa que recuerdas la historia, pero has analizado lo ocurrido, reflexionando y dejando atrás lo que no te hace bien.
Compartir la historia con alguien, ayuda también a elaborar lo padecido y avanzar.
Hay que ser conscientes de que lo pasado, pasado está. Que no puede quedarse anclado en el dolor porque eso mina por dentro y se convierte en un lastre muy pesado que dificulta la vida.
Hay que ser consciente de que la vida no es justa, así que es importante dejar de pensar en “por qué a mí” y pensar que “así es y será mientras exista la humanidad”.
No es resignación, sino asunción, lo que facilita el seguir adelante y poder seguir viviendo.
Hay que ser paciente y pensar también que no se puede perdonar a alguien de la noche a la mañana y que se necesita tiempo para llegar al punto más importante en el que comprendemos que vivir nuestra vida será la mejor apuesta.
Hay que dejar de pensar tanto en quien te hizo daño y centrarse en cómo se puede estar cada día mejor.
Al final vivir será la mejor manera de demostrar que, a pesar de los sufrido, se convierte en una persona más buena y más sabia, porque decide seguir adelante, celebrando la vida a pesar del infortunio.
Perdonar es ser bueno con uno mismo, a pesar de que a veces le embargue el dolor.