ANALITYCS

domingo, 12 de marzo de 2017

SABER MORIR, SABER VIVIR



En la sociedad occidental en la que vivimos, hay personas que manifiestan mucho miedo a la muerte y la sola idea de pensar que inevitablemente moriremos, les llena de temor y ansiedad, convirtiéndose éste en ocasiones en un tema tabú del que apenas se puede hablar.


Realmente, este siglo XXI nos ayuda muy poco a que consideremos como algo natural la muerte. Es más, el culto a la juventud, a la idea de que hay que vivir a tope, la baja tolerancia a la frustración… hace que se esconda lo que nos va a igualar a todos y a la que todos tarde o temprano llegaremos. La muerte, nuestra propia muerte y desaparición de este mundo.


No queremos prepararnos para morir y hablar de ello suele ser tenido como propio de cenizos y agoreros. Nos negamos a pensar que tenemos que ir asumiendo que nuestro tiempo es limitado y que inevitablemente llegaremos a nuestro final. Esto, que es una verdad meridiana, provoca en muchas personas un miedo intenso y la necesidad inmediata de cambiar de tema.


Saber que somos finitos y que nuestro tiempo, según va pasando, no tiene vuelta atrás, nos debería servir para aprovechar más la vida y ser más agradecidos.


No es infrecuente que cuando nos enteramos de muertes repentinas, tras enfermedades inesperadas o accidentes imprevistos, un rayo de lucidez llega a nuestra mente y nos decimos que hay que vivir el día a día, que hay que aprovechar cada minuto... pero se nos pasa enseguida y seguimos quejándonos o sintiéndonos desgraciados, a veces por nimiedades.


La certeza de la muerte debería servirnos para llevar una vida plena y llena de sentido. Que nuestro tiempo se va agotando y que no estaremos aquí para siempre debería servirnos como argumento para dar el mayor sentido a nuestra vida.

Preocuparnos por vivir intensamente el día a día, con sus retos, satisfacciones y desilusiones, pero siempre sintiéndonos agradecidos de poder contar con otro día, dará significado a nuestra vida.

Si, además, intentamos que nuestra vida esté también llena de compasión y de amor, iremos construyéndonos como mejores personas, atreviéndonos a vivir realmente como queremos, librándonos de convencionalismos sociales en ocasiones absurdos, sin compararnos con nadie y disfrutando realmente de lo que tenemos. 

De esta manera, podremos decir en el último día de nuestra vida que nuestra vida ha sido plena, que la hemos vivido a nuestra manera y que hemos sido nosotros mismos. De esa manera estaremos preparados para una buena muerte, después de haber tenido una buena vida.




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