Una afirmación es un pensamiento positivo que nos repetimos. Al utilizarlas, escogemos pensamientos positivos que van calando en nuestro subconsciente y que nos hacen sentir mejor y nos preparan para acciones que generalmente salen bien.
Tienen la ventaja de combinar el poder de las palabras con el del pensamiento.
Pretender que den resultado a la primera no es algo realista, pero es cierto que acostumbrarse a decirse afirmaciones positivas hace que éstas vayan arraigando en nuestro cerebro y predisponen a lograr resultados positivos en muchas de las actividades que emprendemos.
Utilizar afirmaciones positivas no quiere decir que no debamos esforzarnos y que no tengamos que comprometernos para hacer cambios.
Las afirmaciones positivas actúan como condicionantes de nuestra mente, son herramientas sencillas y al alcance de todos, pero muy poderosas.
El hecho de que sean sencillas no quiere decir que sean fáciles de implementar. Nuestra mente se mueve siempre a lo que pensamos, y por lo tanto serán estos pensamientos los que debemos controlar con afirmaciones positivas. Si estamos pensando lo que no queremos, nuestra mente se moverá precisamente hacia eso. Así que las afirmaciones deberán ser positivas para que nuestra mente vaya hacia allí.
En segundo lugar es importante repetirse las afirmaciones en voz alta, o mejor escribirlas. Si solamente se piensan, nuestra mente tiende a vagar e ir de un pensamiento a otro con mucha rapidez. El hecho de verbalizarlas en alto o escribirlas nos hace más conscientes de lo que nos estamos diciendo y mantenemos la mente concentrada en lo que nos decimos o estamos escribiendo.
Y por último e importante, hay que recordar que la repetición es primordial para reestructurar el sistema de creencias que hemos construido durante tantos años. No es realista pensar que por cuatro veces que me repita una afirmación, las cosas van a cambiar por arte de magia.
Recordar que las palabras que empleamos afectan a nuestra manera de pensar y sentir.
Nuestros pensamientos afectan a lo que sentimos y decimos. Y nuestros sentimientos afectan a lo que pensamos y decimos.
Cuando nos sentimos mal, resulta más fácil cambiar lo que decimos que lo que pensamos y sentimos. Nuestras palabras empezarán en poco tiempo a surtir un efecto positivo sobre los pensamientos y sentimientos. Así rompemos el círculo vicioso y empezamos a sentirnos mejor con respecto a la situación que tenemos que vivir.