Todos sabemos lo que ocurre con unas aguas que no corren; se estancan y se pudren.
Mantenerse activo es una de las mejores cosas que podemos hacer los seres humanos.
Nos proporciona bienestar y está al alcance de todos.
No es infrecuente oír a personas que no se han jubilado nunca y que siguen activos a pesar de tener una edad avanzada. Claramente, el estar activos les permite seguir manteniéndose vivos, mejorar sus cualidades físicas y mentales.
Pararse a pensar es estupendo, pero, en ocasiones, analizar sin pasar a la acción nos paraliza en repeticiones mentales de las que es difícil salir.
Es lo que se conoce como la parálisis por análisis. Es decir, el círculo vicioso que se produce al estar analizando una y otra vez qué hacer o no, qué decidir o no… lleva a inmovilizarnos y a seguir muchas veces en el malestar.
Mantenerse activo, pasar a la acción, supone negarse a perder cosas: bienestar físico y actividad mental, capacidad de reflexionar y de hacer.
La actividad física y mental supone que usamos nuestras capacidades o las perdemos.
Además, hay una ganancia fundamental que conlleva el mantenerse activo, que es que al hacerlo nos alejamos de las preocupaciones.
Supone expandirse y aprender.
Si tenemos las destrezas adquiridas, el practicar hace que las mantengamos, y si no las hemos adquirido, el aprendizaje nos motiva y nos llena de energía.
No hay que dejar de involucrarse en actividades que nos atraigan y nos permitan practicar el arte mejor del mundo que no es otro que el arte de vivir.