![]() |
Amanecer. Fuente de la imagen: Pixabay |
Me tomo un café y veo a unos niños que están molestando a los que estamos sentados en el local, mientras sus padres, también tomando un café, no les dicen absolutamente nada, como si el hecho de que sean niños les obligara a comportarse así.
Voluntades sin educar, pienso, y reflexiono sobre estos padres que son espectadores de sus hijos y no educan, sino que van viendo cómo se comportan, interviniendo muy poco.
Y pienso en que educar significa intervenir e ir forjando, a base de consejos, pautas, límites, un comportamiento que dará seguridad al niño y le enseñará cómo se vive, además de transmitir valores como el del respeto a los demás, uno de los más importantes.
Los padres que creen que la no intervención, el dejar hacer, es una forma de educación, actúan, en realidad, como espectadores de las vidas de sus hijos.
Además, también en ocasiones los adultos asistimos como espectadores a nuestra propia vida, sin darnos cuenta hasta qué punto debemos tomar las riendas de la misma e intervenir para cambiar aquello que queremos cambiar, en vez de resignarnos a que es así y ya está.
Posturas ambas cómodas que conducen a no pocos problemas e infelicidades.
Debemos ser protagonistas de nuestra propia vida. Debemos tomar las decisiones que queramos tomar, y sentirnos poderosos y libres para llevar a cabo las conductas que queremos tener y que permiten cambios en nuestra vida que no atañen más que a nosotros mismos.
En lo que se refiere a la educación de nuestros hijos debemos intervenir, limitar y reforzar positivamente, pero sin olvidar que los niños vienen a este mundo a cero, y que enseñarles es un trabajo ingrato, por cansado, pero necesario para su bienestar y felicidad.
De la misma manera, con uno mismo, cada uno debe ser firme y saberse capaz de llevar cabo lo que quiera, a base de esfuerzo y tenacidad.
Vivir no es fácil, pero es la mejor cosa que nos puede pasar.