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Imagen de Tim Hill en Pixabay |
Cuando la pena caiga sobre usted, cuando la tristeza le embargue y las lágrimas empiecen a caer, agárrese con fuerza a la esperanza y piense que:
- Mejor pensar en lo que se merece, más que centrarse en esa tristeza y malestar. Como se merece estar bien, pase a la acción y empiece, paso a paso, a hacer cosas que le apetezcan y le supongan gratificaciones. No importa que sean pequeñas cosas; generalmente esas son las mejores, las más simples, pero las más satisfactorias.
-Olvide todo. Empiece de cero consigo mismo. Olvide a la persona que le trató mal, la traición de que fue objeto o el malestar de ayer. Olvide también sus errores. Somos un trabajo en progreso, y así seguiremos hasta el último día de nuestra vida. Céntrese en esto.
- Perdónese; si lo hace le resultará más fácil perdonar a los demás.
- Deshágase de lo inútil, feo o que no utiliza. Simplifique.
- Su trabajo principal no es su ocupación diaria. Ese es importante, pero es mucho más importante centrarse en el trabajo de conseguir serenidad cada día.
- Su felicidad es de vital importancia y ese tiene que ser su principal objetivo y trabajo.
- Propóngase pequeños objetivos; los grandes sueños se consiguen empezando por pasos pequeños. Así que primero especifique qué quiere y empiece poco a poco a dirigirse hacia ello.
- Olvídese de criticarse o censurarse. Reflexionar para mejorar, sí; culparse, no, porque sólo conduce a la parálisis.
- Recuerde lo que decía Oscar Wilde, con su natural ironía: ”Lo menos frecuente en este mundo es vivir, la mayoría de la gente existe. Eso es todo”.
Rebélese y sea uno de los que consigue, de verdad, vivir.