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Imagen de Cindy Lever en Pixabay
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Vivimos en una época donde se alardea y se muestra la vanidad de determinadas personas. Todo se expone: los afectos, la intimidad de las persona, el dolor…
Mostrar que se es importante y especial por tal talento artístico o por tal cualidad física es conducirse por el camino de un ego absurdo que no conduce a nada.
Es necesario cultivar la vida, y cuidarla, adoptando una actitud de gratitud, no de exhibición y de apariencia.
Mostrar gratitud por lo que somos, conseguimos y recibimos hace que nuestra vida cambie. Dar gracias a Dios, al Tao o al universo, nos conecta con un sentido profundo de la vida y nos hace pasar los días mejor.
Hacer algo amable o bueno por otro ser humano nos conduce por el sendero de la serenidad y armonía interior.
La gratitud nos sitúa en la aceptación interior, en la grandeza de todas las personas y nos aleja de aquellas actitudes pretenciosas, vacías y egoístas.
Cuando empieza el día, propónganse mostrarse amable con cada persona con la que se cruce en su camino.
Escriba o llame a aquella con la que hace tiempo no tiene contacto y hable con él /ella.
Muestre gratitud ante la vida conectando con los seres humanos que le rodean y compruebe cómo de esa manera, alimenta el bienestar propio y alcance una paz interior que no se consigue de ningún otro modo.