Son esas personas que parecen muy seguras de sí mismas, aquellas que enseguida nos dicen “lo que tú tienes que hacer…”, cuando no les hemos pedido opinión.
Son personas a las que les preocupan muy poco los demás… porque bastante tienen con intentar en todo momento demostrar a los demás que ellos están ahí y que valen mucho.
Muy frecuentemente, mucho más de lo que creemos, son personas con una baja autoestima que con su pedantería consiguen mantenerse en un equilibrio muy frágil.
Ser egoísta y pedante, y gozar de una buena autoestima, son extremos absolutamente opuestos.
La persona que sabe lo que vale y que tiene una saludable autoestima, no necesita demostrárselo a nadie. Es consciente de sus limitaciones y dificultades, y las asume y acepta porque forman, y formarán, parte de su vida, pero no por ello deja de intentar mejorar y de luchar para conseguir sus objetivos y superar dificultades.
Apreciar nuestra propia valía nos hace ser discretos, porque realmente no tenemos que pregonar a los demás cuánto valemos. Aquel que lo hace, es porque se siente inseguro y no está convencido de ello.
Una saludable autoestima significa que no necesitamos justificar ante nada ni nadie nuestros comportamientos e ideas, y así podemos permitirnos darnos caprichos o hacer cosas que nos gustan, independientemente de lo que piensen los demás.
Una saludable autoestima nos hace sentirnos bien, no superiores a nadie sino contentos de cómo llevamos nuestra vida. Y estamos con la personas que queremos estar.
Una saludable autoestima nos permite respetarnos a nosotros mismos, y además respetar a los demás. Respetarnos a nosotros mismos, cuidarnos y valorarnos hará que los demás nos valoren. Si dejamos que nos manipulen, estamos pendientes de lo que dicen los demás y dudamos de nosotros mismos, lo único que conseguiremos es sentimos mal y ser infelices.
Por eso, nunca debe olvidar que merece respeto y amor, simplemente porque usted es usted. Un ser humano único e irrepetible. Y usted será el primero que va a procurárselo.