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Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
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De toda la información que en estos días tan inciertos recibimos, una de las peores es, a mi entender, la que intenta hacernos creer que estamos en una situación de guerra… aunque sea ante un virus.
Creo que innecesariamente se crea una alarma que no se corresponde con la realidad que nos toca vivir y que, además, deja a muchas personas en un estado de ansiedad y de miedo permanente. Y, lo que es peor, de profunda desconfianza hacia el otro. Como ha ocurrido en algunos casos, creer que el otro es el enemigo deja salir en algunos lo peor de sus corazones.
No, no creo que esto sea una guerra. Utilizar esa terminología elimina derechos y elimina algo que debemos tener siempre presente: el respeto al otro.
Creo que utilizar esa terminología hace surgir una desconfianza e insolidaridad peligrosas.
Estamos ante una pandemia; es decir, ante una grave emergencia sanitaria que no hemos conocido desde hace décadas. Vemos como en todos los países la epidemia se cobra vidas y se convierte en una pesadilla de la que, sin embargo, sabemos que poco a poco vamos a salir. Como sucedió en otras pandemias, esta también dejará a la Humanidad maltrecha, con miles de vidas desgraciadamente diezmadas por el virus... Pero esto no es una guerra de unos contra otros y apelar a esta terminología me parece insolidario y falso. Obedece a consignas poco acertadas y que no benefician a nadie.
Precisamente este tiempo difícil tiene que servir para conectar con nuestros valores más profundos, entre los que debe estar la compasión y la solidaridad con el otro, el verle como lo que es, un ser humano como yo, no como el enemigo al que tengo que recriminar o del que me tengo que defender.
Las relaciones sociales deben retomarse basándonos en la confianza y en el respeto, no en la desconfianza y en la duda frente a los demás. Solamente así aprenderemos de verdad lo que es la solidaridad y la necesidad de respeto y de pensar en el otro como el ser humano que yo soy.