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Imagen de Evgeni Tcherkasski en Pixabay
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La vuelta a la rutina exigirá un esfuerzo por nuestra parte.
Esta pandemia que nos ha tenido confinados, y prácticamente paralizados, atrapados en ocasiones con miedos que nos han hecho sufrir, debe hacernos crecer.
Crecer mentalmente para seguir esforzándonos en nuestro trabajo, en nuestras relaciones interpersonales.
Esforzarnos en definitiva, por ser mejores personas.
Y esto va de la mano, sin duda, de demostrar civismo, empatía y respeto al otro.
Por muy diferente que sea o piense.
Este esfuerzo renovado que debemos empezar a poner en marcha, debe alimentar la esperanza y hacernos ver que afortunadamente estamos vivos, que no hemos enfermado y que hemos sido afortunados si hemos tenido la suerte de que no hemos perdido a nadie de nuestro entorno al que amábamos.
De ahí que con ese esfuerzo personal que cada uno de nosotros tiene que realizar, confiamos en que todo lo demás vendrá.
Aunado con el esfuerzo, debe ir la paciencia. No debemos pretender que, rápidamente, de la noche a la mañana, todo va a seguir como estaba antes de la pandemia.
Debemos ir pacientemente reactivando nuestra vida, con modificaciones, para con nosotros mismos y con los demás.
Porque la nueva rutina exige esfuerzo y paciencia.
Exige tener claro en la mente que nuestra enorme capacidad de adaptación nos hará volver a niveles de tranquilidad mental y bienestar poco a poco.
Aún en circunstancias que no serán fáciles.
Porque lo que siempre, siempre, viene dando resultado es esforzarse.
Es la mejor receta.
El esfuerzo produce confianza en uno mismo, desarrolla la fuerza de voluntad y convierte en un hábito personal la tenacidad.
Si, además, lo sumamos a la paciencia, el resultado siempre es bienestar y serenidad.
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